El PSOE encabezado por Alfredo Pérez Rubalcaba encajó el 20N su mayor derrota electoral de la restauración democrática. Apenas 110 escaños, tras perder la friolera de 4,3 millones de escaños. Zapatero, que no se presentaba, y sus estrambóticos años de Gobierno tuvieron la culpa. También colaboró la campaña del candidato y la estrategia ideada por Ignacio –Nacho- Varela, obsesionado, como en el año 2.000, en explotar el enfrentamiento izquierda-derecha y es escorar todo lo posible al PSOE. Hace 11 años, la idea de una coalición postelectoral con Izquierda Unida –liderada por Francisco Frutos– le dio la mayoría absoluta a Aznar. Ahora, el 20N, perdió el PSOE casi por incomparecencia. El PP se limitó a hacer una faena aseadita. A pesar de los terribles años de Zapatero, apenas cosechó 600.000 votos más. En cualquier caso es un éxito, sobre todo de Mariano Rajoy, que ha resistido a todo y a todos y ahora puede presumir de la segunda mayoría absoluta más holgada de la democracia, con 186 escaños, solo por detrás de los míticos 202 de Felipe González en 1982. Los expertos demoscópicos sin embargo, ya han calculado que si el PSOE recupera sus votantes –aunque eso o está claro- el PP volverá a tener problemas en las urnas más pronto que tarde. Un dato, los populares todavía se han quedado a 600.000 votos de los que obtuvo el PSOE de Zapatero en 2008, cuando ignoró la crisis. Zapatero, por cierto, se va con estigmatizado sobre todo por los suyos y con el estrambote, para algunos impúdico, del indulto aunque parcial al banquero Alfredo Sáenz, vicepresidente del Banco Santander y mano derecha de Emilio Botín, que siempre fue muy contemporizador con el hasta ahora inquilino de la Moncloa. Muchos socialistas no lo entienden y les escandaliza. No es probable, aunque podía ser posible, que Rajoy iniciara su mandato con un indulto a un banquero.
José Luis Rodríguez Zapatero, son las paradojas electorales y de la política, se retira derrotado y casi apestado, sin al mismo tiempo haber perdido nunca una elección directa. La historia es así y todas las candidaturas que él encabezó salieron victoriosas, lo que no impide que también él haya llevado a su partido al mayor desastre que ha conocido y que, al mismo tiempo, –a pesar de esas medidas que resultaron tan impopulares como poco efectivas-, deje al país al borde del precipicio, en medio de la crisis de la deuda y del euro. Es el mito político destruido, que en su caída se ha llevado –de momento- otros por delante, como el de Rubalcaba como gran candidato del PSOE que, sin duda, ahora tendrá que pelear en las urnas internas por el liderazgo de su partido, algo que hasta ahora había logrado eludir.
Los resultados electorales del 20N también han alimentado falsas ilusiones, cimentadas en más en argumentos sentimentales y oportunistas, que en datos ciertos. Dos partidos, Izquierda Unida, liderada por Cayo Lara, y UPyD, encabezada por Rosa Díez, han crecido de forma espectacular en votos y escaños. Ambos han tenido unos 800.000 votos más que en 2008 y han pasado de 2 y 1 escaños a 11 y 4 respectivamente. Sus lideres y sus seguidores se quejan de que el sistema electoral les perjudica y que una fórmula más proporcional les concedería 25 escaños a los primeros y 16 a los segundos. Es cierto, pero también lo es que incluso en ese caso seguirían a distancias siderales en votos absolutos y proporcionales y escaños del PP y del PSOE. El sistema electoral no impide que Izquierda Unida o UPyD obtengan en las urnas más votos que el PP o el PSOE. Esa es la auténtica realidad y la fórmula electoral, premia a los grandes partidos más votados, pero también ofrece representación a las minorías. Porque Izquierda Unida, con el 6,92% de los votos y UPyD, con el 4,89% son eso minorías. Tampoco se puede olvidar que el sistema electoral actual fue bendecido –mejor dicho impulsado- por el entonces Partido Comunista de España, precedente electoral del IU, cuado pensaba que iba a ser la fuerza más votada de la izquierda. Tampoco Rosa Díez, en sus tiempos de dirigente socialista –fue entre otras cosas consejera del Gobierno vasco-, se quejó de unas fórmulas aceptadas por todos. Solo cuando no logró liderar el PSOE y fundó otro partido empezó a quejarse del sistema electoral. Intentar cambiar las reglas del juego cuando no puedes ganar con las existentes, no es muy democrático. Es cierto, sin embargo, que con menor porcentaje de votos, los partidos nacionalistas obtienen más escaños que otros con menos sufragios. Es inevitable si se quiere que los territorios –y quienes viven en ellos- tengan representación. CiU ha obtenido entre el 30 y el 40% en todas las circunscripciones en las que se presentaba y porcentajes incluso superiores han alcanzado PNV y Amaiur en las provincias vascas. Nada ni nadie –salvo los votantes- impide a Rosa Díez o a Cayo Lara alcanzar el 20 ó el 30% de los votos en Madrid, que es su gran granero electoral. El problema es que no los consiguen, sobre todo porque han muchos más electores que votan a otros partidos. La democracia es así.
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