El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se la juega esta noche en el primer debate electoral. Al contrario de lo que se está diciendo desde algunos foros, es Zapatero el que se la juega porque es el que más tiene que perder.
Todas las encuestas auguran la victoria al PSOE el próximo 9 de marzo, de ahí que los debates sean a estas alturas la única tabla de salvación que le queda al Partido Popular. Mariano Rajoy, por tanto, tiene poco que perder y mucho que ganar. Zapatero, por el contrario, pone en riesgo su ventaja en los sondeos.
La prueba más clara de ello es el reconocimiento que ha hecho el propio Zapatero al señalar que se conforma con un empate en este primer debate. El empate le vale porque él va con ventaja, pero semejante táctica conservadora a la hora de afrontar el “cara a cara” revela su extraordinario miedo a la derrota. Ojo presidente porque cuando uno sale al campo buscando el empate…
La mayoría de los observadores colocan a Zapatero como favorito por aquello de que, supuestamente, tiene mejor imagen que su contrincante. Incluso en el PP le han colocado esa etiqueta. Sin embargo, no estoy de acuerdo. En este tipo de debates el que está en la oposición siempre lo tiene más fácil: basta con desacreditar la gestión del rival, subrayar los errores cometidos durante su mandato y proponer una alternativa que suene medianamente bien a oídos del espectador. El presidente, por el contrario, lo tiene más difícil porque el ciudadano de a pie siempre digiere mal la autocomplacencia del que está en el poder.
Además, Rajoy no es un inepto en esto de la televisión, como se está dando a entender. Es verdad que tiene peor aspecto que Zapatero y un defecto en los labios que perjudica su dicción, pero todo ello lo supo compensar, por ejemplo, durante su intervención en el programa “Tengo una pregunta para usted” donde, por cierto, estuvo mejor que el presidente del Gobierno.
Así pues, bien hará Zapatero en preparar con cuidado el debate y en no menospreciar a su rival, como ya le pasó la primera vez a Felipe González frente a José María Aznar. El presidente tendrá que andar con pies de plomo, no pasarse de parecer como un estadista y saber colocarse a ras de calle para conectar con los votantes. Si lo consigue, habrá afianzado su victoria. De lo contrario, las cosas se pondrían muy cuesta arriba.
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