La frase no es mía. Es de una buena amiga que no disimula su enfado cuando los políticos acusan a los bancos de ser los culpables del paro. “Yo no voto a los bancos, voto a los políticos”, repite mientras recuerda que cuando todos pedían créditos y se daban los políticos estaban encantados de ver cómo crecía la economía, sabiendo en muchos casos que esto no podía ser eterno. Y no lo ha sido. La crisis llegó, se instaló y va a tardar en irse.
¿Tienen la culpa los bancos? Mi amiga dice que la banca nunca ha engañado a nadie en lo que se refiere a sus fines. Los bancos han nacido para ganar dinero y los políticos se suponen que se presentan a las elecciones para evitar problemas o buscarles soluciones cuando llegan.
Nada que objetar al argumento. Pero ¿Hicieron los bancos algo por informar a los clientes de que pedir un crédito a 25 años entraña ciertos peligros? ¿Algún amable director de sucursal puso en conocimiento del peticionario de una hipoteca que las cosas podrían empeorar y que eso debía de estar previsto? ¿Cuántos notarios explicaron a los firmantes de hipotecas que si los precios bajaban y se quedaban en el paro y sin poder pagar las letras se quedarían sin piso y tendrían que seguir pagando la diferencia? ¿Por qué el Banco de España no tomó cartas en el asunto y obligó a los bancos a pensarse si daban préstamos por el cien por cien del valor de tasación? Ya sé. Son demasiadas preguntas pero las respuestas son tan obvias que no merece la pena ni ponerlas aquí. Todos las sabemos.
Ese es uno de los puntos que ha contribuido a calentar la olla de la indignación. Esta mañana leía que un político está indignado con los indignados. Tenía razón en parte, porque una cosa es indignarse y otra agredir a los políticos legítimamente elegidos. Pero los indignados también tienen sobradas razones para estarlo. Sólo falta que las reivindicaciones se pidan de forma pacífica y ordenada para que, una vez granjeado el respeto social, puedan decirles a los políticos que hacen falta soluciones. ¿Utopía? Puede ser pero si no se levanta la vista jamás se verá el horizonte.
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