Mariano Rajoy, justo después del puente del Primero de Mayo, si no ocurre una catástrofe, podrá proclamar que el paro registrado ya está por debajo de los 4.223.539 desempleados que había en España cuando Zapatero le cedió los trastos del Gobierno, en diciembre de 2011. La economía ha sido, y todavía es, el gran objetivo del líder del PP desde que accedió al poder. Por eso, el inquilino de la Moncloa no necesitó ningún cartel, al estilo Bill Clinton, que le recordara “es la economía, ¡estúpido!”
Tres años y medio después, poco a poco, y no sin dejar mucho por el camino, las cuentas empiezan a cuadrarle al presidente del Gobierno que completará su mandado con un crecimiento del PIB del 3,3% en este 2015, como predice la Airef (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) que preside José Luis Escrivá, creada por indicación de Bruselas y que nunca le ha hecho mucha gracia al Gobierno. La Airef solo es la penúltima institución que vaticina un buen futuro para la economía española y se une a una larga lista de previsiones optimistas, la última la de los “cinco sabios” alemanes -Consejo de Expertos Económicos- que auguran que la tasa de paro bajará en España hasta el 22,2% de la población activa a finales de año, también inferior 22,58% que Zapatero legó a Rajoy.
La mejoría económica, aunque todavía no la percibe toda la sociedad, es obvia y cada vez afecta a más ciudadanos. Sin embargo, nadie sabe si será suficiente para que Rajoy obtenga unos buenos resultados electorales. Por eso, muchos, incluso en el PP, recriminan al presidente que se haya centrado en la economía y que, en teoría, se haya olvidado de casi todo lo demás, especialmente de lo que llaman el lado más humano y sentimental de la tarea de Gobierno, algo que le reprochan que se haya traducido, en el mejor de los casos, en un distanciamiento de muchos de los votantes del PP.
Rajoy no cambiará de caballo a estas alturas de la legislatura, aunque ensayará gestos para congraciarse con su clientela. El presidente cree que, al final, los ciudadanos le darán la razón, mientras se aferra a los datos económicos. Empiezan a ser bastante buenos, pero queda trabajo por hacer. La IGAE (Intervención General de la Administración del Estado) acaba de publicar el avance del cierre de 2014 y el resumen es que todavía hay un déficit público de 61.741 millones de euros. Son 40.000 millones menos de los que dejó Zapatero, pero son una barbaridad, por mucho que el déficit primario se haya reducido a 27.208 millones de los 74.950 que había a finales de 2011. Al mismo tiempo, la deuda pública rozó el billón de euros al término de 2014. Ese déficit y esa deuda son algo que ningún país -y tampoco la España con la que sueñan radicales y menos radicales que aspiran a gobernar- puede sostener. La economía ha sido la obsesión necesaria de Rajoy, por mucho que le critiquen incluso muchos de los suyos. Sin embargo, con los números en la mano y a pesar de la indudable mejoría, todavía es tiempo de insistir en que “sí es la economía, ¡estúpido! (No está claro que sirva para ganar otras elecciones, pero esa es otra historia)
(Una versión de este artículo se ha publicado en el Periódico de Catalunya)
Twitter: @jesus_rivases
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