Y ahora que pase el siguiente
La Ponferradina sigue adelante en la Copa tras vencer a la Universidad en los penaltis con un Rubio estelar
Javier Santiago Ponferrada
Y ahora que venga un grande, que pase el siguiente para prolongar el profundo sabor de la felicidad y las emociones desatadas. Que siga la Copa del Rey y que siga creciendo la Deportiva a base de partidos heroicos y brillantemente enloquecidos.
Heroicos como Rubio, especialista enorme en situaciones límite. Heroico como la afición, esos miles de pulmones que dieron toneladas de oxígeno al equipo cuando más lo necesitaba. Y heroico, en definitiva, como esta Ponferradina que se merece el premio que ha ganado, la opción de seguir soñando en esta competición y frente a un Primera en la próxima ronda.
Esta vez, la suerte no podía ser esquiva. No podía regatear hasta el final el triunfo que le negó a la Ponferradina durante 120 minutos para la ilusión y para el sufrimiento. Ya fue lo suficientemente cruel durante una segunda parte eléctrica en el que los blanquiazules pusieron la ambición y la Universidad de Las Palmas el trabajo para achicar las vías de agua que se le abrían por todos los rincones.
Porque la Copa empezó tras el descanso. Antes fue otra cosa. Dos equipos potentes y con ganas de recibir el premio de esta competición, tanteándose para evitar una desgracia y para medir las fuerzas. Al borde del descanso, en una de las escasísimas oportunidades de ese periodo, la Universidad sacó un tesoro efímero de una falta. La defensa blanquiazul erró en los marcajes y Sergio Hernández hizo creer a los canarios que iban a restañar la herida de la promoción de 2006.
Pero el gol no fue suficiente para ellos. Sirvió, en cambio, para sacar el mister Hyde que el Jekyll del partido llevaba dentro. Los dos equipos se fueron a respirar al vestuario y la Ponferradina salió transformada en una maquinaria diseñada para vencer o dejarse honradamente la piel en el intento.
Y ahí apareció el espíritu de este torneo. Los aficionados que tuvieron la suerte de no perderse este partido comprobaron que estaban en un momento mágico. Y todos ellos, junto a los jugadores, se lanzaron a por un sueño.
Y así, tras un torrente de minutos de asedio, De Paula empezó a enderezar el duelo. Recibió un centro perfecto y goleó con un cabezazo marca de la casa. Y la temperatura, que en el termómetro era helada, se convirtió en el calor de la pasión encendida. La Universidad no tuvo otro remedio que recular ante un volcán más de emoción que de fútbol. Y el reloj empezó a avanzar anárquicamente. Desbocado cuando la Deportiva se lanzaba hacia el triunfo y tímido cuando la Universidad amagaba con alguna contra.
Y la suerte decidió no juzgar hasta los penaltis. Entonces apareció el mejor seguro de vida para esas ocasiones. Rubio hizo crecer su leyenda, esa que a veces se olvida injustamente. Apareció como un titán en el momento preciso. Miró a los ojos a sus rivales y los que le aguantaron la mirada cayeron hipnotizados. Sergio Beato y Yebra estrellaron sus lanzamientos contra la enorme figura del portero y, así, quedó en nada el fallo del incansable Pepe. Borreguero se encargó de finiquitar la tarea y de encender una fiesta que irá creciendo hasta que llegue la próxima eliminatoria, el gran premio de la Copa.
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