“Vivimos con una sensación de olvido”
Luis Mateo Diez participó en León en el ‘Congreso sobre población’ y presentó su última novela de Celama
Fulgencio Fernández León
Luis Mateo Diez regresó a su tierra, no sabía muy bien si a Celama o a León pues venía para hablar en un congreso sobre ‘Población española’. Y hablando de población/despoblación, de León y el espíritu del Páramo, de la muerte de una cultura nuestra, la rural, es cuando León se parece más a Celama o, mejor dicho, cuando el territorio imaginario de Celama se parece más al Páramo leonés. “Celama es un territorio escrito desde los sueños, en el que se plasma un universo imaginario desde una percepción universal de unos modos de vida que sostienen unos valores sobre el sentido de la vida y de las cosas, pero es evidente una parte sustancial de ese territorio es débito de la experiencia de vivir y tiene que ver con la memoria y ésta con el pasado. Y en mi caso mi memoria y mi pasado han bebido de ese Páramo leonés al que acudí un buen número de años pues mi padre se había comprado allí una casa”.
Hay, pues, ficción y realidad en las fuentes. Hay literatura y vida, hay novela y tesis pues Luis Mateo Diez se muestra convencido de que “la gran literatura es la que inquieta, no la que complace, la que fascina y da un placer un poco turbio”.
León real y León novelado. La mirada de la realidad y la mirada del novelista. Curiosamente se acercan demasiado. “Nuestra tierra no es ajena a lo que ocurre en el resto del mundo. Las grandes transformaciones, los acabamientos, las cosas que terminan y otras que empiezan son un fenómeno general. Lo que ocurre es que nosotros somos herederos de fuertes culturas rurales, vinculadas a la agricultura o la minería, y éstas viven tiempos crepusculares, críticos, lo que provoca sensación de olvido, de abandono, aunque yo siempre apuesto por el futuro”.
Todo el mundo de Celama lo había dejado dibujado Luis Mateo Diez en una trilogía que arrancó con ‘El espíritu del Páramo’, siguió en esa especie de gran obituario que fue ‘La ruina del cielo’ y lo cerró en una novela realmente turbadora, como a él le gustan, ‘El oscurecer’. “Imaginé la trilogía con un planteamiento de punto de llegada que arranca con esa obertura que fue ‘El espíritu del Páramo’ para llevarnos a una especie de poema sinfónico largo y con muchísimas desapariciones, ‘La ruina del cielo’, y había una coda, casi un adagio límite o final que era ‘El oscurecer’. Todo ello para una metáfora o fábula de madurez para contar la desaparición de una civilización. Es cierto que mucha gente lo vio como una metáfora un poco fin de siglo, una mirada sobre el crepúsculo de las culturas rurales mientras arranca la revolución tecnológica. Nacen revoluciones y todo ello se produce en medio de tantas desapariciones”.
Cerró la trilogía pero ya había creado el territorio y era consciente el lacianiego de que en aquella tierra podían ocurrir muchas cosas que él ser vería obligado a contar. Ya ha ocurrido y llegó a León con un nuevo libro bajo el brazo, precioso y cuidado, sobre la infancia: ‘El sol de la nieve o el día que desaparecieron los niños de Celama’, que ha visto la luz en Gadir con ilustraciones de Antón Diez, su hermano y la persona que más recuerdos de infancia despierta en el escritor.
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