Viaje al origen de todo
Como una mariposa de hierro con un cuerpo de apenas tres metros y unos paneles azulados cual alas rectangulares, después de cuatro años navegando por el espacio infinito, denso y oscuro, este sábado a la hora exacta y en el punto previsto, a 360 millones de kilómetros de la Tierra, entre Marte y Júpiter, la sonda europea ‘Rosetta’ cazó, auscultó y casi aspiró el aliento del asteroide Steins, un pedrusco de cinco kilómetros con forma de diamante que pasaba como un rayo por allí.
Las cámaras de navegación y demás instrumentos científicos guardan celosamente esos datos para que los expertos sigan husmeando las entrañas del Cosmos. El artilugio espacial seguirá luego su camino, su viaje mágico, casi milagroso, para en 2014 alcanzar los 650 millones de kilómetros, posarse sobre un cometa y anclarse sobre su superficie. Y allí chupará más datos para seguir el viaje en busca de descifrar el gran enigma: de dónde venimos y adónde vamos.
Porque a estas alturas del siglo XXI, y parece que quedan otros tantos, el hombre es capaz de hazañas cada vez más deslumbrantes. Pero del Cosmos, desconocemos todavía ese 99 por ciento de materia oscura.
A este paso, tal vez el día en que los científicos descubran el origen y el destino de la Humanidad o cuando puedan medir los latidos más ocultos del corazón, el ser humano llegue a su meta y se produzca el fin de todo. Un final para el que ya existen dos teorías completamente opuestas. Pues este capítulo último podría llegar o por la llamada ‘Gran implosión’, por el retroceso de la expansión o por ‘El gran desgarramiento’, al descoyuntarse las galaxias por la pérdida de la gravedad. De momento, seguimos en la superficie de todo. En la cáscara. Como Zapatero.
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