Viaje al fondo de la emoción
La empresa leonesa de ocio y aventura Guheko ofrece la posibilidad de realizar un emocionante viaje por el llamado curso de aguas de la cueva de Valporquero, espeleobarranquismo al alcance de casi todos
F. Fernández León
Raúl, uno de los responsables de la empresa leonesa de ocio y aventura Guheko, responde con tal convicción que te quita el miedo.
– Pero habrá que estar preparado físicamente para realizar este recorrido por el curso de aguas.
– Mínimamente. No pueden hacerlo los jubilados de la residencia de Vega pero tampoco hace falta ser Rambo, ni mucho menos.
Y me mira a la barriga, cervecera y veraniega, y dice: «Tu puedes», como si hubiera calculado que entrando la barriga por los huecos que tienes que atravesar ya es suficiente.
– Vamos a ver. Dices que son cinco o seis horas, que se hace espeleobarranquismo, que es una frase que me echa para atrás, que hay que bajar con cuerdas… ¿Y lo hace cualquiera?
– Tu puedes.
No te deja más salidas. Además circula la leyenda urbana de que no hace mucho que hizo este recorrido el diputado provincial Cipriano Elías Martínez, Pano.Ya no podía echarme atrás.
– ¿Y la ropa?
– Te la damos, trajes de neopreno, todo. Y Escarpines, Casco con iluminación eléctrica, Arnés y descendedor.
No hay escapatoria. Ellos sabrán porqué se empeñan en que vaya todo el mundo, pero llevan años haciéndolo y cada vez son más numerosos los grupos que quieren vivir esta aventura, hacer el curso de aguas de la Cueva de Valporquero, bajo su tutela. Tenían razón. Formamos un grupo variopinto para que las dificultades fueran diversas y Guheko metió en las entrañas de la montaña a todos y los sacó a todos. Bien es cierto que hay momentos muy variados, en los que quieres volver, en los que dudas si lanzarte o deslizarte, en los que preguntas cuánto falta… pero en unas horas estás a la salida, cumples con el segundo rito de Guheko y a descansar. El primer rito es desayunar como un minero o un segador para que haya reservas cuando llegue el desgaste, el segundo es bañarte en las frías aguas del Torío a la salida. Agradeces las dos cosas, el desayuno y el baño. Y el recorrido.
Entregaron su cuerpo a las manos de Guheko un ejecutivo de los que elige el vino en la cena; un currito de su empresa de los que le da voces cuando no comparte las órdenes y hace deporte; el fotógrafo del reportaje, que lo mismo hace cien kilómetros en bici o recorre toda la Sobarriba corriendo que después tiene que parar quince días porque se pasó y está cojo; y un adolescente, que como son especialistas en buscarle dificultades a la vida confiábamos en que deseperara a nuestros guías.
No hubo caso. Aquellos que la gente miraba como a marcianos en la entrada de la Cueva, con sus trajes y sus hierros, llegaron sanos y salvos hasta el destino, el río Torío.
Y repetirán, a buen seguro.
Bien es cierto que uno de los excursionistas no pudo acudir a la cena posterior, porque prefería quedarse a descansar.
Y no fue el adolescente.
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