Una proposición indecente
Se trata de la película que hace unos años (pocos) se proyectó por estos lares, es que, volviendo hace no mucho de algún sitio que requería escala en los madriles previa a llegar a León, nuestro aparato enfiló por el sur, de Toledo hacia arriba, lo que nos llevó a pasar por encima de la urbanización, sector o lo que sea, de ‘El Pocero’.
La verdad que era una sensación rara: en medio de la estepa manchega, en hectáreas y hectáreas de suelo seco, una ciudad totalmente urbanizada, con tres o cuatro manzanas completamente terminadas, el resto planas y vacías y, eso sí, ni el más mínimo movimiento; ni un coche, ni un camión, ni una grúa en movimiento.
Parecía que se hubiera caído allí desde el espacio.
Y esto viene a cuento por las noticias que estos días salen en la prensa de la acusación de la Fiscalía al anterior alcalde de Seseña al que, misteriosamente, le empezaron a tocar cupones de la ONCE.
Debe ser maravilloso ser alcalde de un pueblo perdido, comprar un cupón y que te toque, y otro, y otro más, y que las sociedades constituidas con tu familia vayan mejor que los Emiratos Árabes.
Dicen las malas lenguas que no, que eso es el resultado de licencias, aprobaciones y otras bicocas. Pues será. Pues claro.
Esas son las cosas que solamente les suceden a aquellos que están en los sitios adecuados en el momento oportuno, que ven pasar el carro y se suben a él.
Echamos pestes de la corrupción. Bueno, pues que no nos pongan a tiro una cosa así, que ya veríamos quién se resiste, que la condición humana es la que es, y todo el mundo tiene un precio, unos más grande y otros más todavía. Es muy fácil rasgarse las vestiduras, probablemente porque no nos dan ocasión de otra cosa, pues, como decía un general mejicano (léase con acento de por allá) “no hay general que aguante un buen cañonazo de cien millones de pesos”.
No defiendo la corrupción, pero invito a cada lector a que, sin caretas ni falsas éticas, se examine y piense “¿y si a mí me dieran XXX millones?”.
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