Una enorme plata con sabor a oro
La selección española se sube al segundo escalón del podio tras un excelente duelo frente al combinado de estrellas de la NBA
jorge muñoa (efe) / pekín
Estados Unidos recuperó el oro olímpico ocho años después de subirse por última vez a la cumbre con un metal revalorizado por la impresionante actuación de España, la campeona del mundo, que exigió lo máximo de las estrellas de las barras y las estrellas para ceder la cima de los Juegos en un encuentro sin calificativo posible.
Descomunal final. El marcador del intermedio: 61-69, 130 puntos en un tiempo. Poco más se puede decir. Los dos banquillos habrían disfrutado de una renta inalcanzable en ese momento contra cualquier rival. Pero ambos bloques depararon un encuentro fuera de todo canon establecido. Un regalo para la vista, un orgullo para el baloncesto.
Como si nada. Los campeones del mundo son los campeones del mundo. Y los profesionales de la NBA, los mejores profesionales de la liga norteamericana, no las cuadrillas indisciplinadas y soberbias que han menospreciado la altura de otras selecciones en campeonatos anteriores, también representan la élite de la élite.
El partido de la primera fase, que acabó en un monólogo estadounidense (119-82), era historia. España, la de verdad. No el equipo que renunció a mostrarse en todo la extensión en aquel choque. Y gracias a Wade, que irrumpió en la pista como un ciclón (21 puntos en 13 minutos antes del intermedio), los jugadores ‘yanquis’ pudieron moverse al mismo ritmo que un adversario sideral.
Sideral. La final del 84, un cuarto de siglo antes, contra un bloque que alineaba a Jordan, Ewing y Mullin, entre otros, queda en los albores del baloncesto. Ni los mejores que la NBA puede reunir actualmente pueden salir a la pista confiados contra bloques como los hombres de Aíto García Reneses.
triples. Desde luego, sin Wade y sin el ocho de 14 en triples que los norteamericanos engancharon en los dos primeros cuartos (la selección de la FEB consiguió cinco de ocho), el oro se habría teñido de rojo y amarillo, de Pau Gasol y de Felipe Reyes, de Ricky Rubio y de Carlos Jiménez, de todos los integrantes de un cuadro histórico.
El objetivo de los españoles apuntaba a un último cuarto igualado, un período que acentuara la presión por encaramarse a la cima del cajón olímpico que los americanos han cargado desde el salto inicial del torneo.
El tanteador dio fe de una contienda que los ‘junior de oro’ manejaron de maravilla. Por algo son reyes del mundo, como Pau Gasol. Por algo, Ricky Rubio es el medallista masculino más joven de la historia (el segundo contando el torneo femenino).
Las cosas discurrieron sin prisa, pero sin pausa. España tuvo la inteligencia de pensar en sí misma. De creer en el baloncesto que le ha dado tres finales consecutivas (Mundial 2006, Europeo 2007 y Juegos 2008). Y de dar rienda suelta al talento, al enorme caudal de talento que encierra en el vestuario y que, por fin, liberó sin atadura ninguna sobre el parque del pabellón Wukesong.
Stephon Marbury aniquiló a la selección española en los cuartos de final de Atenas 2004 desde el triple. En Pekín pudo suceder algo parecido, solo que con un nombre distinto, el de Wade, pero el combinado nacional compitió al nivel de las grandes estrellas de la NBA. El día soñado por el mundo del deporte, ese en el que los chicos del ‘Tío Sam’ ya no son mejores por definición se ha hecho realidad.
Porque la selección española no es el bloque de Europa. Un equipo de continentales con algún que otro americano procedente de Argentina, por ejemplo, sería igual o mejor que el conformado por los norteamericanos para recuperar el oro que no ganaban desde Sydney 2000.
compromiso. Con 99-104, Kobe Bryant, el hombre que ha resucitado a Estados Unidos por el compromiso, la categoría humana que le engalana, se elevó y firmó el duodécimo triple del equipo de Mike Krzwezsky en 26 intentos. El cuadro de las barras y estrellas precisaba de los amos de su baloncesto, y al máximo de revoluciones, para mantenerse en pie.
Carlos Jiménez apareció frente al otro aro para anotar el 104-108. Faltaban poco más de dos minutos hasta el final. Y volvió Wade (104-111 a 2.02 minutos). España podía lanzar con cada falta personal. Los americanos no. Juan Carlos Navarro forzó la primera personal en cuanto el equipo de la ‘eñe’ regresó al ataque (105-111).
Un excelente movimiento de balón dejó a Jiménez con un triple abierto, pero el balón no entró. Bryant reclamó de nuevo los galones y convirtió un doble (105-113). Y entonces sí, entonces se acabó el duelo, una de las finales más maravillosas de la historia del baloncesto, no ya olímpico, sino del baloncesto mundial.
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