Un pueblo idílico
M.C.C. Prada de la Sierra
L calles de Prada de la Sierra no están asfaltadas. Aún se puede caminar por algunas, aunque otros rincones han sido devorados por la maleza.
En los últimos años se han recuperado los nombres de las calles y se ha instalado un buzón para sugerencias. La llegada al pueblo es como el final de un paseo bucólico por los montes de pinos y robles que circundan el alto de Foncebadón, uno de los hitos del Camino de Santiago.
Una larga pista conduce hasta el pueblo. En lo más alto hay una ganadería y material tirado de varios parques eólicos, a modo de reciento dedicado a almacén.
Abajo, el pueblo conserva todo el sabor de antaño, aunque sólo estén abiertas un par de casas. La iglesia es el edificio que mejor ha aguantado el paso del tiempo. Está cerrada y un cartel a la puerta pide que no se entre.
Un riachuelo deja aún más una imagen bucólica al visitante. Sólo cuando uno mira para arriba ve los molinos de viento.
No todos los caminos conducen a Prada, más bien a los molinos de viento.
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