Un olé por Román Balbuena
Hay momentos en los que los sentimientos deben aflorar, y éste es uno de ellos. Esta semana ha muerto una de esas personas que se dejan querer. Sonaron clarines y timbales para el cambio de un tercio ya esperado desde hace tiempo. Pero la distancia nunca será el olvido, ni tampoco fue un impedimento para disfrutar tantos años de su amistad. A pesar de la diferencia de edad, tengo para mí el orgullo de haber disfrutado de su amistad. Aún hoy no me puedo creer que Román Balbuena haya muerto. Le oigo a lo lejos como si nos fuéramos a ver cualquier día en cualquier plaza. Román Balbuena ha sido un personaje clave en ese taurinismo leonés lleno de intrigas y estocadas que sólo logra reunirse en los entierros. Román tiró del carro todo lo que pudo para que León no fuera ajeno al mundo de los toros. Fue empresario y, en los últimos años, asesor en los festejos que se celebraban por toda la provincia. Siempre creyó que el público era lo más importante, y no le importaba sacar el pañuelo y repartir orejas a favor del respetable. Así era Román, propietario del mayor almacén de telas de España, como rezaba la publicidad del negocio con el que sacó adelante a su familia. Buena gente. Los toros han perdido a un enamorado de la Fiesta en su sentido más noble de la palabra. Guardo para mí algunas de las historias más entrañables de este apasionante espectáculo. Me las contó Román. Y yo las tengo que contar algún día. Mientras tanto, que suene la música de las grandes tardes.
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