Un gregario reconvertido en líder
Acostumbrado a trabajar para otros compañeros, el abulense ve premiada su constancia
C. de Torres París (Francia)
Después de hacer miles de kilómetros y de quedarse a las puertas de la gloria en varias ocasiones, Carlos Sastre ha conseguido por fin el triunfo en una gran vuelta.
Con la constancia, el trabajo y la regularidad como mejores virtudes, el madrileño, de 33 años, demostró en el Tour que acaba de concluir su clásica fortaleza cuando la carretera se empina. Sin embargo, a las cualidades como escalador ha añadido una asombrosa mejoría en la contrarreloj.
Madrileño de nacimiento -vino al mundo en Leganés-, pero abulense de adopción -desde muy pequeño reside en El Barraco-, comenzó a montar en bicicleta a los ocho años en la escuela de ciclismo que su padre, Víctor, fundó en la década de los 80. Gracias a esos útiles primeros pasos, se mostró batallador en cadetes y completo, responsable, líder y con enorme visión en juveniles, para alcanzar el equipo Sub’23 de Banesto.
Sin embargo, como profesional dio el salto al eterno rival, la ONCE, donde aprendió el oficio de gregario y trabajó para hombres como Laurent Jalabert, Abraham Olano o Joseba Beloki. Allí estrenó su palmarés, con una etapa en la Vuelta a Burgos de 2001.
Cuando recibió una oferta de Bjarne Riis en 2002 para formar parte del CSC no lo dudó ni un momento. El décimo puesto en la general del Tour en el año 2002, en el que fue el único que aguantó la rueda de Armstrong en la etapa de La Plagne, le valió para ganarse la confianza de su director. Así, en 2003 terminó noveno, con una victoria de etapa incluida, y en 2004, octavo. En 2006 tuvo que hacer inesperadamente de jefe de filas y defendió la plaza con creces, pues finalizó cuarto. Al año siguiente, con más confianza y experiencia, repitió puesto en el Tour y segundo en la Vuelta. En realidad, cabe afirmar sin dudar que en esta campaña comenzó a cimentar su éxito en la ‘Grande Boucle’ del presente curso.
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