Todo comenzó cuando el policía Michael Sanguinetti, en una charla ante universitarios canadienses, recomendó que las mujeres evitaran vestirse “como putas” si no querían sufrir agresiones sexuales. El 4 de abril de 2011, la primera Slutwalk recorría las calles de Toronto con el objetivo de combatir estas declaraciones (que aún resumen el pensamiento de buena parte de la sociedad).
Tras reunir a miles de personas en EE.UU. y Canadá (3.000 asistentes en Toronto, 2.000 en Boston, etc.), La Marcha de las Putas (traducción al castellano de Slutwalk) está cobrando una relevancia cada vez mayor gracias a las multitudinarias manifestaciones del pasado fin de semana en México D.F. (2.500 participantes) y Londres (3.500 personas confirmadas a través de Facebook).
Los lemas coreados no tienen desperdicio. Desde “escucha, baboso, yo escojo a quien me cojo” hasta “mi falda cortita no me hace una putita”, estas ocurrentes declaraciones de principios destilan la misma mezcla de espíritu reivindicativo y habilidad para llamar la atención que ha caracterizado desde su comienzo a esta ola de protestas callejeras.
No se les puede negar el mérito a las organizadoras, que han conseguido hacer ruido con un método infalible: proporcionar a los medios una foto llamativa y un mensaje fácil (nada que ver con los artículos sobre cifras de violaciones que se publican habitualmente y que pocos lectores leen con detenimiento).
La idea no ha sido otra que vestirse de manera provocativa para denunciar la aún imperante mentalidad de que muchos violadores actúan incitados por la ropa sexy de sus víctimas. Y ya lo tenemos: cientos de mujeres con corsé y liguero, marchando por las calles de una gran ciudad. Imposible no publicar una foto así.
“Nos apropiamos de la palabra “puta” para rechazar cualquier tipo de violencia ejercida hacia nosotras con el pretexto de nuestra apariencia y manifestamos que ni las trabajadoras sexuales ni otras mujeres deben ser violentadas “por putas”, declara Araceli Rojas en la convocatoria de la marcha del pasado domingo en México DF. “Rechazamos firmemente, y en una sola voz, que se siga perpetuando y naturalizando la idea de que somos culpables del acoso y ataque sexual; rechazamos que el día a día en pleno siglo XXI continúe siendo un enfrentamiento al salir a las calles para estudiar, trabajar, divertirnos y vivir”, añade.
Facebook y Twitter han sido parte esencial en la génesis de este movimiento. Sin un sabio uso de las redes sociales, las activistas jamás hubieran podido reunir un ejército de “putas” tan nutrido. Aunque algunas feministas de la vieja guardia -como la británica Yasmin Alibhai-Brown, conocida por su columna en The Guardian- han criticado que las protestas “trivializan” los derechos de la mujer, creo que la mayoría de nosotras nos alegramos de que, en Londres, México DF o Toronto, un grupo de chicas listas hayan sido capaces de atraer la atención sobre la indignante tolerancia hacia los violadores.
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