Ultrajes a España
Mucha gente conoce la noticia de que numerosos independentistas catalanes se manifestaron provocativamente hace unos días en Barcelona sólo para quemar banderas españolas al grito de “Ultrajemos a España”. Este cronista ha hecho todo lo posible por entrevistar a la agraviada, pero España no ha contestado a ninguna de sus llamadas, a pesar de haberla reclamado respetuosamente por llanuras, montes y ríos. El cronista diría que ese silencio demuestra el desinterés de España por quienes la insultan. Si ni siquiera se ha molestado en provocar un terremotillo de indignación o un hundimiento que denuncie la corrupción de los políticos nacionalistas, como en el Carmelo. Nada: a España no le importa que la insulten.
Aunque esas ofensas le afectan a los españoles más emotivos, de los que esos secesionistas esperan reacciones iracundas que no deben dárseles. No hay que hacerles caso porque cuando nadie les concede importancia se sienten fracasados y terminan pegándose entre ellos mismos, lo que resulta verdaderamente ejemplarizante.
Quienes habitan este país deberían observar a estos insultadores con igual estoicismo que el territorio agraviado: mientras no agredan a sus habitantes no presentan peligro alguno. Que sigan rebuznando. Que se cansen. Que en lugar de indignarse, que la gente se ría ante y de ellos. Veremos cómo se metarfosean hasta acabar a cuatro patas, y entonces cualquiera podrá darles un azucarillo.
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