Mi largo y cálido verano estaba llegando a su fin. Tengo que confesar que excepto por un par de detalles nimios como la playa, las puestas de sol, las olas del mar, los tíos en bañador paseando por delante de mi hamaca y similares, no lo estoy pasando tan mal. Bueno sí, pero no importa. He procurado olvidar que este año no he tenido verano. ¿Gracias a una gran capacidad de abstracción?, ¿A una voluntad inquebrantable? No. Gracias a la señorita Olivia Pope. Me he enganchado a Scandal, cuya protagonista es una abogada y relaciones públicas de Washington que se dedica a arreglar lo que los políticos estropean. Es prácticamente perfecta, como Mary Poppins. No se detiene ante nada, aunque lleve todo el día sin comer y con unos tacones de más de cinco centímetros. Creo que no estaba tan atrapada en una serie desde la mítica telenovela Cristal. Sí, lo confieso, hubo un tiempo en que Carlos Mata-Luis Alfredo era mi hombre ideal, creo que me llegué a comprar hasta un disco suyo (sí, también cantaba) Lo que no entendía era porque llevaba ese pelo imposible. Pero bueno, nadie es perfecto. He pasado días sin salir de casa y prácticamente sin moverme. Con los pelos alborotados, en pijama y tumbada en una especie de sofá que me han prestado. Y sin dedicarme al único deber que tenía este verano. Empezar a amueblar mi casa. O lo que en futuro será mi casa. Entiendo que haya gente, decoradores, amantes del mundo Ikea y aquellos que consuman alguna que otra sustancia ilegal, que miren a su alrededor y vean una habitación espectacular, en lugar de cuatro paredes. Yo por mucho que me esfuerzo y a pesar de que tener entre mis lecturas pendientes algunos catálogos de muebles, lo único que consigo ver ahora es un triste gotelé y suelos repletos de cajas. Eso sí, he empezado a pintar con rotuladores algún que otro dibujo para hacerlas más bonitas, ya que parece que ellas y yo vamos a pasar mucho tiempo juntas. A algunas incluso les estoy poniendo nombres. ¿Debería empezar a preocuparme?
Lo malo de las series es que nunca te enseñan los pequeños detalles cotidianos y perezosos que hacen que nuestra vida esté llena de lugares comunes y nos convierten en simples mortales. Y yo en estos momentos, soy un simple mortal muy agobiada por cientos de cajas que me dicen: ¡ábreme, ábreme! Pero la verdad es que no me veo con fuerza. Aún me quedan algunos capítulos para finalizar y pienso pasarme las tardes que restan antes de volver al trabajo, viendo a la espectacular Kerry Washington (la actriz que hace de Olivia Pope) lucir peluquería y vestuario impecables. Sé que no es como estar en la playa, ni en un chiringuito, ni contemplando maravillosos atardeceres en la otra punta del mundo, pero son mis vacaciones. Las cajas pueden esperar. Pero mi cita con Mrs. Pope, no.
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