Mientras estaba en la Conferencia Internacional sobre el sida, en ciudad de México, recibí dos sms desde España en donde me informaban del fallecimiento de dos amigos.
Esas muertes, ambas por ‘neumonías’, con gran ‘misterio’ alrededor y muchos silencios, eran raras. Ambos estaban entre los 40 y 50 años y no se les conocía factores de riesgo que hicieran que estas enfermedades fueran la causa final.
A mi llegada a España constaté lo que intuía. Habían fallecido por complicaciones relacionadas con la infección por VIH. La rabia y la ira se apoderaron de mí. ¿Qué he hecho mal para que ni siquiera a mí, que llevo desde 1988 viviendo con VIH y ellos lo sabían, me lo hubieran dicho y buscado ayuda? ¿Por qué ese silencio que les impidió recibir el tratamiento adecuado?
Ambos, pese a ser personas relacionadas con el mundo de la comunicación y gays públicamente reconocidos, habían interiorizado el estigma que la sociedad convencional ha diseminado hacia las personas que estamos infectadas por el VIH.
Sus allegados, activistas de los derechos de los homosexuales, se resisten a que se diga que estaban infectados ‘por la buena reputación’ de los mismos.
Podrían haber recibido tratamiento, altamente eficaz, que habría ralentizado de forma dramática la progresión de su infección hasta el punto de alargar más de 40 años su vida. Pero el miedo a esta sociedad indocumentada, que vulnera los más elementales de los Derechos Humanos, hizo que callaran. ¡Y murieron!
Hoy, en España, cualquier persona que reciba el diagnóstico de infección por VIH debe de saber que la ley les ampara ante cualquier discriminación y que para velar por sus derechos e informarles existe el Observatorio de Derechos Humanos y VIH/SIDA de Red2002 (http://www.observatorio.red2002.org.es) y la Coordinadora Estatal de VIH-sida, Cesida (http://www.cesida.org).
La muerte de ambos era innecesaria. Si estás infectado, no hagas lo mismo que ellos. Las dos asociaciones que te indico te pueden ayudar. Recuerda que tu silencio es tu muerte.