Ignacio Fernández Toxo, secretario general del sindicato CC.OO., dijo el otro día que “la huelga general es una gran putada”. La expresión no es muy afortunada, pero eso no impide que sea bastante exacta. La huelga impulsada, por vergüenza, por Toxo y por Méndez, el jefe del sindicato socialista UGT, es sobre todo un compromiso y una especie de Rubicón o, mejor dicho, una cita más que envenenada. Algo así como el famoso “dilema del prisionero”, muy utilizado como ejemplo en economía de una situación límite en la que siempre se pierde. Toxo esculpió sus palabras, como una profecía más bien lúgubre, la víspera de que el Congreso de los Diputados aprobará, de forma definitiva, es decir, sin marcha atrás, la reforma laboral del Gobierno, presentada por el cesante ministro Celestino Corbacho, que consagra el abaratamiento del despido. Lo diga Agamenón o su porquero y fuera más o menos inevitable y necesario, la reforma laboral, se diga lo que se diga, abarata el despido y, de momento –lleva en vigor de forma provisional dos meses-, no ha servido para que crezca el empleo, sino todo lo contrario. Es cierto, hay que darle tiempo, pero los resultados inmediatos son los que son, más paro y más precariedad. La realidad es la que es, y eso no invalida la teoría de que España necesitaba una reforma laboral, porque la crisis ha afectado –y afecta- a todo el mundo y a todos los países de la Unión Europea. Todos han capeado y capean el temporal con más o menos soltura. Todos han tenido y tienen dificultades, pero el único país que ha visto como su tasa de paro se duplicaba ha sido España. No hace falta llamar a Sherlock Holmes, ni tan siquiera Hercules Poirot, para concluir que el mercado laboral español necesita una reforma. El problema es que quizá no sea la aprobada el jueves 9 de septiembre.
Los sindicatos CC.OO. y UGT han convocado una huelga el próximo 29 de septiembre en contra de esa reforma laboral, también en contra de la congelación de pensiones y, en general, de la política económica del Gobierno. Toxo acierta con su exabrupto porque los sindicados están casi atrapados en su propia red. Tienen pocas opciones y ninguna es buena. Si la huelga general fracasa, el futuro sindical es más oscuro que el betún de los zapatos de Obama en horas bajas, como las actuales. Por otra parte, el éxito de su convocatoria, poco probable, puede llevar a Zapatero a caer en la tentación de ceder a algunas de las pretensiones de los jefes sindicales. Esa cesión, bajada de pantalones en el lenguaje más llano de Toxo, condenaría a la economía española a nuevos episodios de incertidumbre y convulsiones. Tampoco solucionaría, ni a corto, ni a medio, ni a largo plazo, la situación ahora tan precaria de decenas de miles de de trabajadores. El líder de CC.OO., que es un personaje inteligente y hábil, pero que también por sentimentalismos atávicos se resiste a romper con cierto pasado, tenía mucha razón con su salida de tono. Cuando utilizó el término “putada” pensaba en el PSOE y el Zapatero. Nunca hubiera imaginado lo mismo si en la Moncloa hubiera estado alguien del PP. Es una diferencia. Sin embargo, también se acordaba, aunque fuera de forma inconsciente, del futuro de su propia organización, heredera de tradiciones obreras del siglo XIX, que tienen poca cabida en el siglo XXI, sin que eso signifique que los sindicatos sean una pieza esencial e imprescindible de cualquier sistema democrático. Toxo y también su colega Cándido Méndez, al que durante algún tiempo llamaron primero el tercer y luego el cuarto vicepresidente del Gobierno de Zapatero, pagan ahora la penitencia de sus pecados originales durante esta y la anterior legislatura. Desde el principio de la crisis, miraron hacia otro lado y fueron más que complacientes con el poder gobernante, a pesar del clamor –más o menos acertado, también hay que decirlo- de una parte de la sociedad. Ahora, no han tenido más remedio que convocar una huelga, contra el Gobierno, contra sus deseos y contra sus intereses. Una huelga que ni tan siquiera beneficiará a la inmensa mayoría de los trabajadores. Sí, Toxo tiene razón cuando, consciente o inconscientemente, habla de “putada”. Los sindicalistas quizá deberían fijarse en el ejemplo del cocinero español más respetado de la historia. Mientras Toxo se desahogaba, en Nueva York, con traductor asistido, explicaba cuál será el futuro de su restaurante, El Bulli, durante años catalogado como el mejor del mundo. Adriá, hábil como el mejor mediterráneo, ha decidido reinventarse y reinventar El Bulli, que ahora pasará de restaurante a taller de experimentación. Adriá, con tino y en plena era informática, habla de El Bulli 2.0. Un ejemplo también para Toxo y Méndez que, sin duda, deberían pensar en sindicatos 2.0, mejor dicho, en CC.OO., 2.0 y en UGT, 2.0. Y si no lo hacen, el exabrupto de Toxo se quedará pequeño en comparación con el futuro que les espera. Hoy es más fácil y más barato despedir en España y ellos también tienen mucha responsabilidad en eso. Algún día se conocerá la salida de tono de Méndez al principio de la crisis cuando, sin rodeos, hablaba de que no había que perder el tiempo en intentar crear empleo porque eso era imposible.
Comentarios recientes