Martes de menos paro y de resaca de la reflexión-análisis-estrategia del resultado de otras elecciones municipales que pueden cambiar muchas cosas. Mariano Rajoy avanzó en su cita anual en el Cercle d’Economía, y lleva 12 desde que comenzó a liderar la oposición, que los datos del paro registrado que se publican hoy serán buenos. No era ninguna profecía. El Gobierno, es sabido, conoce todos los días esa cifra, porque procede de un registro. La nueva bajada del número de desempleados confirma, como también dijo el fin de semana Antón Costas, que “la recuperación es cierta”, aunque matizó que “cuidado con la euforia”.
Rajoy, tras el 24-M, con su ritmo y su “tempo”, hará cambios en el partido, en el Gobierno y en su estrategia. Mantendrá la política económica que ha sido su gran apuesta desde el principio de la legislatura y porque, a pesar de sus críticos, es el mayor y más importante éxito que puede presentar. La economía crece ya a un ritmo del 3% y durante el verano es probable que en toda España se creen alrededor de 500.000 puestos de trabajo netos y que cuando se celebren las próximas elecciones, a finales de noviembre o principios de diciembre, el PIB aumente un 3,5% o incluso más. La mejoría es evidente, como lo demuestran el consumo de electricidad, el turismo interior y el que la construcción ya da mucho más que signos de haber revivido. Todo eso, sin embargo, no le garantiza al presidente del Gobierno un mínimo éxito en las elecciones generales y, desde su aparente distanciamiento de la realidad, él lo sabe. La duda es cómo y cuándo actuará y si la habilidad que tuvo para evitar que la economía española se despeñara al abismo le permitirá convencer a sus votantes.
Mientras Rajoy decide cuál será su próximo paso y Pedro Sánchez elige en qué condiciones pactar en ayuntamientos y Comunidades Autónomas sin salir trasquilado, los mercados y los inversores institucionales nacionales e internacionales -y España los necesita para que financien los déficits con los que pagar la sanidad y las nóminas de los funcionarios, por ejemplo- escrutan los experimentos políticos que se anuncian en Madrid y Barcelona. La primera reacción ha sido de cautela, que incluye abrir un periodo de observación y en algunos casos de paralización -aunque no lo llamen así- de nuevos proyectos a la espera de ver qué ocurre. Juan Miguel Villar Mir, presidente de OHL, ha sido la excepción con su “Manuela Carmena puede ser una gran alcaldesa”. No en vano su empresa se juega 500 millones de euros en la operación Canalejas -centro comercial y hotel Four Seasons al lado de la Puerta del Sol-, que la nueva regidora podría paralizar. No es el único proyecto en peligro, ni en Madrid, ni en Barcelona, y otros alertan de que la recuperación de la actividad en la construcción, el sector que crea más empleo, pueda frenarse en seco si los bancos, ante las dudas de poder cobrar en el futuro, no vuelven a dar créditos hipotecarios y el que Ada Colau anuncie que “desobedecemos las leyes que nos parezcan injustas” no ayuda, sino todo lo contrario. Martes de menos paro, tiempos nuevos, nuevas incertidumbres.
(Una versión de este artículo se ha publicado en El Periódico de Catalunya)
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