Tiempo de reflexión
Después de nuestra fragorosa eneida cotidiana, después de nuestras odiseas espirituales, conviene pararnos un poco, un rato, en nuestra ya larga travesía, y dedicar unos momentos a limpiar el casco de nuestras amuras musgosas y llenas de algas. No debemos olvidarnos de quiénes somos, y para ello es necesario volver a mirar atrás, hacia ese niño que fuimos, al puerto de donde partimos, y observar si hemos sido fieles a los objetivos y metas de entonces, a la ruta que ilusionados emprendimos.
El trepidante activismo del mundo nos impide esta reflexión interior, y deberíamos quizás aprovechar estas vacaciones para meditar y crecer por dentro. En los basálticos cimientos que cuajaron nuestra infancia y adolescencia aún siguen inscritos las elevadas metas morales de nuestra vida.
Existe, además, una tradición antropológica entre los diversos grupos humanos, un hábito universal, de carácter espiritual, de retirarse unos días del mundo y sus quehaceres para buscarse uno a sí mismo, conversando con el alma propia, haciendo sincero examen de nuestra ajetreada vida, y así aclararnos un poco para volver después mejor al camino de la vida con nuestra estrella polar rescatada, aquella que en su día nos definió, rutilante y magnífica en el horizonte, y pudiendo salir como el Dante de la senda oscura en que tal vez nos hubiéramos perdido últimamente, en la selvática vorágine de una vida tan a menudo incontrolable. No hay conocimiento correcto y noble que no esté sustentado en la vida interior, no hay activismo útil y positivo que no repose en la reflexión del alma y en la total quietud espiritual, en un profundo silencio en el que podamos oír el tic-tac de nuestra alma. Dejemos que el sosiego y el silencio inhabiten en nosotros y nos acerquemos a la verdad o, al menos, a los rumbos más nobles. También estos retiros ocasionales pueden darnos miedo, pues en ellos podemos también descubrir lo realmente pobres que somos respecto a las cosas verdaderamente importantes. Pero si lo descubrimos en este descanso estival, deberíamos con la vuelta al mundo poner remedio.
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