El Gobierno y el PP han construido su defensa ante el vendaval Bárcenas a partir de dos pilares: todo es mentira y hay una serie de maniobras -conspiración sería mucho decir- para desalojar a Mariano Rajoy de la Moncloa. El último paso en esa estrategia, afianzada a lo largo de la semana pasada, es fomentar la idea de que tas la declaración de Luis Bárcenas ante el juez Ruz el lunes 15 de julio, todas las acusaciones del ex-tesorero se desmoronan por el hecho fundamental de que ni aportó nada esencialmente ni tampoco presentó pruebas para demostrar sus aseveraciones. El que Bárcenas cambiara la línea que ha seguido desde hace meses y que ahora dijera que los papeles que antes dijo que no eran suyos sí lo eran, para los responsables del Gobierno y del PP no son sino una más en una larga colección de mentiras. Rajoy y todos los que le rodean insisten en todo es falso y que, por lo tanto, no hay asunto, aunque como empiezan a darse cuenta eso no librará al presidente de acudir al Parlamento para dar algunas explicaciones y así evitar esa moción de censura con la que amenaza Rubalcaba, pero que al mismo tiempo el líder del PSOE es el último que quiere presentarla efectivamente. El mundo bastante al revés ante unos ciudadanos y unos votantes atónitos en el mejor de los casos.
Mariano Rajoy resistirá en la Moncloa y seguirá con sus planes. Hace tiempo que decidió que se lo jugaría todo a las reformas y la salida de la crisis económica y sigue convencido de que eso es lo que juzgarán los españoles en 2015 y no asuntos como el de Bárcenas. Algunos en el PP no están tan convencidos, pero eso tampoco cambiará la postura del presidente y de su equipo. El llamado caso Bárcenas, es cierto, quedará en nada desde el punto de vista judicial para Mariano Rajoy e incluso para el PP -salvo revelaciones nuevas y sorprendentes-, aunque el ex-tesorero cada día tiene más papeletas para pasar una larga temporada en la cárcel y, además, perder casi todo el dinero que amasó durante años y que al final se sabrá con detalles cómo lo hizo. Los famosos sobresueldos que habrían cobrado los líderes del PP, en el caso de que todo fuera cierto, podrían constituir una infracción administrativa y/o fiscal que, el paso del tiempo, habría hecho prescribir. No obstante, por si acaso, desde el Gobierno y desde el PP insisten en que todo es falso.
El mismo argumento -la falsedad de todo lo que cuenta Bárcenas- esgrimen desde los alrededores del presidente cuando les plantean el hecho -como dicen las encuestas- de que una mayoría de españoles, incluidos votantes del PP, creen que efectivamente, de forma legal o no, los principales dirigentes del PP percibieron algún tipo de sobresueldos. “Todo es falso”, insisten en la Moncloa y apuntalan su aseveración con el argumento de que los ciudadanos tendrán que decidir en cualquier caso a quién creen, a Bárcenas, tildado por todos de delincuente, o al presidente del Gobierno. Es la teoría “Popular” de Bárcenas que desarrollan desde la Moncloa y desde el PP. Y lo hacen con convencimiento y también con aparente entusiasmo. El problema, y no solo para Rajoy, es que a veces, ni teorías ni negativas son suficientes para cambiar algunas creencias instaladas en la sociedad. Es cierto, como también dicen en el PP que, a veces, como en este caso, es imposible demostrar que no se ha hecho algo -¿cómo demuestra Rajoy que no percibió sobresueldos?-, pero decir que todo es falso tampoco elimina las sospechas. En resumen, por ahora sigue el lío, pero antes o después, ante la evidencia de que Rajoy seguirá en la Moncloa, empezará a ceder. Lo que nadie sabe ahora es cuánto habrá calado en la sociedad y qué dirán los ciudadanos cuando tengan que votar otra vez. Por ahora, la corrupción en España, no ha cambiado gobiernos, pero nada es inmutable.
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