UN tecnócrata es alguien que se toma demasiado en serio porque cree saber más que el común de los mortales. Carece de sentido del humor y no soporta las sonrisas de los pobres que son felices con sus pocas pertenencias. Un tecnócrata es una especie de fontanero muy bien vestido y con excepcional expediente académico que dice al resto de jilipuertas de un país o de un continente qué tuberías de la hacienda pública hay que cortar y qué cañerías de las finanzas hay que empalmar para que la economía de un país adquiera el punto deseado por los tecnócratas que dirigen el mundo.
No todos los tecnócratas son iguales. Los hay que van a misa todos los días y los hay que se tiran a la secretaria en el yate o en el aseo de un parlamento. Pero todos los tecnócratas comparten algo: su odio a quienes se atreven a proponer un mundo distinto, un mundo basado en el uso de la imaginación, en el placer de disfrutar del ocio y en el reparto justo de la riqueza. Cuando a un tecnócrata se le lleva la contraria, el tecnócrata se enfurece y clama contra la juventud y contra los seres independientes, y de paso asegura en tono profético que la sociedad ha perdido sus valores y que camina hacia el abismo si no acepta de inmediato unas normas y principios, las normas y principios del tecnócrata, cómo es lógico.
Los tecnócratas son tolerantes únicamente con quienes les elogian y adulan. Una gran parte de los gobernantes que hay en el planeta ríen las gracias a esta mafia universal. El gobernante que alza una protesta contra el actual sistema financiero, por tibia que resulte, pasa a figurar en la lista negra de los tecnócratas.
David Cameron se comporta como un extraordinario tecnócrata. No es exactamente uno de ellos, pero ha sido elegido premier británico porque los tecnócratas han presionado para que tomase las riendas de Reino Unido Cameron no se cansa de exigir diariamente sacrificios a la sociedad y tacha de degenerados y de delincuentes a quienes rechazan los recortes sociales. Típica reacción de un pijo fatuo y tontorrón que se asusta al comprobar que no es amado por todos sus coetáneos.
Mario Monti, el flamante primer ministro italiano, tiene más neuronas que Cameron, pero que nadie se rasgue las vestiduras si dentro de unas semanas califica de preterroristas a quienes exijan en las calles italianas una salida de la crisis más humana y más social. Los tecnócratas están convencidos de que la ley natural y el mismísimo Dios Todopoderoso juegan siempre a su favor. Por esa razón deciden quién debe pasar hambre, quién debe permanecer toda su vida en el paro y quién merece organizar la vida de los demás.
Lo peor de todo este panorama es que hay millones de ciudadanos en todo el mundo que tienen fe ciega en los tecnócratas. Muchas personas creen que los tecnócratas son gente eficaz y digna de confianza porque parecen no tener ideología. Pero se equivocan. Los tecnócratas no solo tienen una ideología, sino que son los dueños y arquitectos de una gran religión. He aquí sus diez mandamientos:
1. Amarás el empleo basura sobre todas las cosas y odiarás a todo el que haga cola para inscribirse en el paro.
2. No tomarás a broma los ataques de los mercados.
3. Santificarás el despido libre.
4. Honrarás tu cobardía y tu egoísmo para seguir siendo un imbécil o un iluso que cree en la eficacia de los recortes sociales.
5. Te matarás por tu empresa y por tu banco aunque tu empresa y tu banco te maten el alma y las esperanzas.
6. No cometerás la impureza de afiliarte a un sindicato o de pertenecer a un comité de empresa.
7. Te dejarás robar por quienes saben mejor qué hacer con tu poco dinero.
8. Mentirás piadosamente a tus hijos para que no sepan la verdad sobre los mercados, a saber: que aumentan las desigualdades y que no se cansan de tomar el pelo a la gente.
9. No te compadecerás del tercer mundo y de las hambrunas que matan a millones de niños, pues es perjudicial para tu rendimiento laboral.
10. Codiciarás estar cada vez más endeudado y puteado para creerte alguien serio, útil y protegido.
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