Las crónicas dirán que en el verano asfixiante de 2015, en España no hubo agosto político ni económico. La convocatoria de unas elecciones especiales en Cataluña obliga a los políticos de todos los partidos a no despistarse ni un minuto. Al mismo tiempo, la decisión de Mariano Rajoy de dejar aprobados los Presupuestos Generales del Estado para 2016 antes de las próximas elecciones generales significa que el Congreso de los Diputados no puede cerrar por vacaciones. Mientras tanto, la semana pasada empezó la presentación de cuentas de los bancos con un cada vez más fuerte sonido de tambores de fusiones de fondo, algo que casi todos consideran inevitable, aunque el calendario sea muy incierto. Francisco González, presidente del BBVA, ha sido quizá el más claro: “En tres o cuatro años veremos más fusiones, incluso transfronterizas”, ha dicho en Actualidad Económica. El Banco Central Europeo (BCE) de Draghi, siempre a su manera, presiona en ese sentido, y muchos analistas creen que todo ocurrirá mucho antes y que el futuro mapa bancario estará muy condicionado por los resultados de los inminentes procesos electorales.
Bankínter, Sabadell y Bankia abrieron la temporada de resultados bancarios con cuentas, en líneas generales, buenas, aunque siempre hay quién encuentra peros -reales- en la letra pequeña de lo los números. Popular, Santander, BBVA y Caixabank completarán hasta el viernes el retrato de los datos de los “grandes” y no se esperan sorpresas. Los seis grandes –sin Bankínter- ganarán unos 7.400 millones, un 34% más que en el primer semestre de 2015. Más interrogantes ofrece la configuración futura de un sector en el que además de estos “siete grandes” -muy diferentes entre sí por tamaño y por modelo- hay otra serie de entidades que no tendrán fácil mantenerse independientes, los llamados “seis medianos”: Unicaja (Medel), Ibercaja (Franco), Abanca (Etcheverría), Kutxabank (Villalabeitia), BMN (Egea) y Liberbank (Rivero).
Santander (Botín), BBVA (González) y Caixabank (Fainé) son candidatos a liderar nuevas fusiones o adquisiciones, mientras que Sabadell (Oliú) y Popular (Ron) pueden mantener su independencia e incluso crecer, pero tampoco lo tienen garantizado. Bankínter (Guerrero) es un caso diferente y también Bankia (Goirigolzarri), cuyo futuro depende todavía más de los resultados electorales. Debe volver al sector privado, según los acuerdos del salvamento europeo, pero el Gobierno de turno siempre tendrá sus márgenes. El resto de entidades financieras españolas, es decir, cajas de ahorros transformadas en bancos, tienen mucho más difícil un futuro independiente aunque Kutxabank, Ibercaja y Unicaja quizá tengan una oportunidad, pero constreñidos a lo que son ahora, con las limitaciones que implica. El resto, más pronto que tarde, acabarán integrados en los grandes grupos. Más complicadas son las fusiones transfronterizas. Desde luego, el BCE anima a la gran banca española a fijarse en el patio interno antes de acometer otras aventuras y es que, ahora, las autoridades financieras de todo el mundo quieren evitar el riesgo de grandes monstruos en el sector cuya caída representaría un cataclismo. Este año no hay agosto y al fondo suenan tambores de fusiones bancarias.
(Una versión de este artículo se ha publicado en El Periódico de Catalunya)
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