Talentoso Buenafuente
18 de Febrero de 2010 | Mariola Cubells
Había que ver la sonrisa franca de Javier Bardem en primera fila, con ese gesto de buen rollo que uno pone cuando lo que ve le agrada de veras, mientras Buenafuente hablaba, improvisaba, ironizaba, era divertido sin soeces, sin algaradas, para deducir que la gala iba a ir bien. Que habría una unión redonda del cine y la tele, un amor que no debería morir nunca. Fuimos casi cinco millones los que seguimos esas casi tres horas de puro entretenimiento en una tele pública sin publicidad.
¿Y qué vimos? Talento, trozos de cine, ternura, buen humor (ni inteligente, ni tonterías, sólo buen humor), actores de veras, que curran mucho y bien, apariciones estelares (olé por Álex de la Iglesia. Creo que Almodóvar se dejó su tan cacareado ego entre bambalinas) y, sobre todo, un conductor soberbio que ha de convertirse para los restos en el presentador de los Goya. Momentazos televisivos como los logrados por él y la Sardá la reconcilian a una con el medio.
Creo que su prestigio, el de Buenafuente (que no ha dado bandazos, con lo difícil que es eso en su mundo), su buen hacer, su capacidad para no ser mediocre, ni pelota, hace que casi todas las celebridades que estuvieron en la gala lo respeten de verdad como estrella televisiva, que entren al trapo de sus bromas, que casi todos (incluso los que no se prodigan, como Almodóvar o Penélope) hayan pasado por el sofá de sus programas. Tenemos, pues, un mago de la tele y otro en la Academia. Y a Bardem, feliz.
Comentarios recientes