VOLCAR el talego, según el diccionario de la RAE, significa desahogarse contando algo. No hay duda de que Beatriz Talegón volcó todo su talego en Cascais reprochando a veteranos líderes socialistas que impartieran lecciones de socialismo desde un hotel de cinco estrellas. Admito que Talegón me cae simpática por su capacidad para tocar las fosas nasales a la concurrencia. Siempre he sentido simpatía por los oradores insubordinados e imprevisibles que salvan del tedio los simposios sesudos e inútiles. A Talegón, secretaria de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas, no le falta razón cuando pide más coherencia a sus correligionarios. Pero no creo que los mandatarios socialistas traicionen el socialismo por hospedarse en un hotel de cinco estrellas con motivo de un foro, de un bautizo o de una despedida de soltero. Ser socialista, a mi entender, no debe consistir en ser jilipollas ni en jugar a ser un activista astroso e inflexible, que es lo que desearía la derecha más rancia. De manera que no hay razón para que un coloquio sobre el futuro del socialismo deba celebrarse en la recepción de un motel de carretera colonizado por cucarachas o en un almacén sin ventanas poblado de roedores tiritones.
Es cierto que hay bastante gente desahuciada hambrienta de gestos solidarios, pero a la gente desahuciada no se la ayuda ni se la rescata marchándonos todos a residir a la puta calle para que se nos congelen las canicas o algo más, sino promoviendo una legislación más humana y alojando en casas calientes y cómodas a quien no tenga una choza digna, aunque esas políticas sociales supongan un aumento considerable del gasto público. No hay que quedarse anclado en la mera anécdota. Los líderes socialistas no traicionan el socialismo por viajar en coches oficiales y lujosos, sino por gobernar, cuando les toca gobernar, como si fueran los sosias de Rajoy o de Bush, que es lo que ha pasado en España y en otras democracias europeas no hace mucho tiempo. No considero más socialista a quien afea la existencia de los hoteles de cinco estrellas, sino a quien contribuye de algún modo a que todas las personas dispongan de la oportunidad, si algún día lo desean, de pasar una temporada en un hotel de lujo o de hacer un safari por el Serengeti. Quizá mi visión del socialismo no guarde analogía alguna con el socialismo considerado real y ahora mismo no esté escribiendo más que una ristra de majaderías, pero si la revolución socialista de Talegón pasa por exigir a la Humanidad que viva en tiendas de campaña y que abrace una pobreza franciscano-soviética hasta el fin de los tiempos, por mí pueden mandar esa revolución socialista a tomar por saco.
Pese a la candidez y a la literalidad decimonónicas de Talegón, espero que Talegón continúe sacando los colores a sus colegas más viejos. Parece ser la única integrante del PSOE que intenta arrancar a la izquierda de su aburguesamiento mental. No obstante, debe tener cuidado a partir de ahora. Ha puesto el nivel de coherencia muy alto y los demás no le van a perdonar la más mínima contradicción en su vida. Sin ir más lejos, hay quien ya le ha reprochado la supuesta buena vida que se pegó en Bruselas mientras ocupaba no recuerdo qué cargo y el hecho de que, tras soltar el discurso que le ha dado tanta notoriedad, se quedase a pernoctar en el hotel de cinco estrellas de Cascais en vez de alojarse en una pensión atestada de perdedores para fomentar la revolución. Si Talegón llega en el futuro a ser secretaria de Estado o ministra en un gobierno socialista, cosa no tan improbable, espero que no considere tan negativo hospedarse en buenos hoteles ni desplazarse en coches oficiales. La vida no es tan simple ni los problemas de desigualdad se solucionan transformando a todos los seres humanos en ermitaños del desierto o del suburbano. No en balde, los buenos hoteles y la fabricación de coches oficiales (o de lujo) proporcionan trabajo a muchas personas. Quien no ha sido nunca realmente pobre tiende a idealizar la austeridad, las incomodidades, lo destartalado, lo cutre y los sacrificios absurdos. Por eso hay tantos señoritos, de derechas y de izquierdas, que solo saben recomendar a los demás que se aprieten más el cinturón. Llevo escuchando esa recomendación desde que era un mocoso y casi siempre se la he escuchado a personas que nunca habían cogido el metro o que confundían ser solidarios con comer solo ensaladas.
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