Superar las vacas locas
“Me trataron como a un delincuente”, recuerda José Francisco. Su historia como ganadero acabó hace poco después de toda una vida
Manuel C. Cachafeiro León
José Francisco fue toda la vida ganadero. Hasta hace pocos meses cuando se jubiló. Siempre en su pueblo de Las Salas tuvo vacas, cabras, ovejas… En el año 2001 su suerte cambió. Hacía poco que había comprado siete vacas a otro ganadero de Quintanilla de Rueda. Una de ellas se lesionó una pata y decidió deshacerse de ella. Llamó a Rebisa —la empresa que recoge en las granjas los animales muertos—. “Vinieron y a los pocos días fue cuando me llamaron, porque había dado positivo en los controles de las “vacas locas”, explica José Francisco. Que añade: “Fueron unos señores de Madrid los que recogieron las muestras del animal cuando ya habían pasado ocho días y ya estaba medio putrefacta”.
José Francisco vio su casa llena de periodistas. Sin saber nada, sin que nadie le dijera lo que estaba pasando. “Me trataron como a un delincuente”, denuncia en voz alta.
Para entonces ya había tenido que matar 36 vacas por la brucelosis. Con la denominada encefalopatía espongiforme bovina llegaron nuevos problemas. Se trata de una enfermedad causada por priones, que puede ser transmitida a los seres humanos a través del consumo de partes de animales infectados, sobre todo tejidos nerviosos.
La encefalopatía espongiforme bovina (EEB) o «enfermedad de las vacas locas» pertenece a una misteriosa familia de enfermedades emparentadas, muy raras en su mayoría. Los primeros casos de animales enfermos se declararon en el Reino Unido en 1986. En 1996 se detectó en el hombre una nueva enfermedad, una variante de la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, que se relacionó con la epidemia de EEB en el ganado vacuno. Este año también se confirmó la muerte de dos personas en la provincia de León.
A José Francisco, después de siete años, sólo le queda el recuerdo de lo que tuvo que pasar. Le citaron a reuniones donde no sabía qué decir, le prometieron subvenciones que después fueron mucho menos… Hasta 60 cabras que tenía en un monte cercano a Las Salas fueron sacrificadas por el simple hecho de ser de él y como medida de precaución tras conocerse el caso en su granja.
Ahora, su cuadra está vacía, pero hasta hace pocos meses tenía 42 novillas con carta de origen. Tras acabar con todo el ganado rehizo su explotación y compró. “Pensaron que no iba a seguir, pero toda mi vida me dediqué a esto y tenía dinero para comprar las novillas que tuve y más”.
Así han transcurrido todos estos años. Los focos de las cámaras de televisión se silenciaron y José Francisco pudo volver a hacer vida normal.
Este semana, las ‘vacas locas’ han vuelto a estar de actualidad en la provincia de León tras la aparición de un caso, el número 40 ya desde el que se produjo en la granja de José Francisco, esta vez en Villaquejida.
La consejera de Agricultura y Ganadería de la Junta, Silvia Clemente, mantiene que en Castilla y León se extreman mucho más los controles de consumo y distribución de la carne que lo que recomienda la Unión Europea (UE).
Clemente añade que no existen motivos para tener dudas sobre las garantías de la carne, y recordó que inspectores de la UE realizaron en otoño del año pasado visitas a la Comunidad para comprobar cómo se realizan los controles de la enfermedad de las ‘vacas locas’ y dijeron que son “altamente satisfactorios”.
Los resultados de las analíticas a las reses se tienen a las 20 horas del sacrificio y se realizan a todos los animales de más de 24 meses de edad, cuando Bruselas propone que se haga a partir de los 30 meses. “El nivel de prevención es aún mayor y más exigente y se hacen análisis a todos los animales”, apuntó. Y estas medidas han permitido que el número de reses positivas haya descendido un 50 por ciento desde 2003.
Mientras, José Francisco inicia una nueva vida. Jubilado después de una vida dedicada al campo y a la ganadería, el episodio de las ‘vacas locas’ marcó más de 40 años de profesión. “Pero no pudo conmigo; eso es lo que me queda. También como lección para los compañeros de profesión como yo que pueden pasar por una cosa así. Que no les arruinen la vida”, comenta desde su apacible vida en Las Salas, lejos de los focos.
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