A Strauss-Kahn y Teddy Bautista les diferencia una cosa: en USA la justicia es cruel y rápida; en España, por lenta, es ineficaz y doblemente cruel.
Dominique Strauss-Kahn y Eduardo Bautista García, Teddy Bautista. DSK y EBG, dos poderosos -cada uno a su nivel- con enemigos confesados e inconfesables, dos ángeles caídos, pase lo que pase, dos culpables antes de ser juzgados, dos víctimas de sí mismos y de la denominada “condena del telediario”. Sí, ya sé, hay diferencias entre uno y otro, pero no es de las particulares circunstancias que adornan ambos casos de lo que quiero hoy escribir. A DSK un ¿solvente? periódico norteamericano le bautizó como el “perverso” antes de estallar el escándalo del Sofitel neoyorquino. Ambiente convenientemente precocinado, denuncia creíble. EBG, por su parte, se ha ganado a pulso todos los odios africanos que ahora compiten por un minuto de gloria televisiva. Puede que los dos acaben siendo declarados culpables. Es más, puede que incluso lo sean, aunque ellos no lo sepan. Pero como decía, hoy no toca hablar de eso, sino de la Justicia que no es tal y otros desajustes democráticos (o anti, mejor dicho).
Se parecen mucho los casos de Dominique y Teddy: poder, notoriedad, verosimilitud de la tesis conspiratoria, espectáculo mediático… Pero hay dos cosas que les diferencian: 1) En el caso de Bautista no hay femme fatale que buscar (al menos que se sepa); y 2) La distinta justicia que se va a aplicar a uno y otro. Y aquí sale perdiendo el nuestro, el malo malísimo español, porque el paseíllo ante las cámaras, con esposas o sin ellas, es parecido, igual de denigrante y destructivo, pero la cosa cambia cuando hablamos de plazos, del tiempo en el que uno es culpable sin remisión, sin casi capacidad de respuesta. Se podrá decir que son asuntos muy distintos: el del francés más simple, tu palabra contra la mía, tus pruebas contra tus contradicciones. El del grancanario mucho más complejo: listados de ordenador, transferencias a terceros, sutilezas mercantiles, testigos múltiples. Se dirá, pero sin fundamento. Cambiemos a los personajes y situemos a DSK en un hotel madrileño, agrediendo sexual y presuntamente a una empleada, y a EBG en Nueva York montando una operación de enriquecimiento ilícito con los derechos de autor. ¿Qué nos jugamos a que Bautista resolvería lo suyo mucho antes que Strauss-Kahn? (Si tienen dudas comparen lo ocurrido con el complejísimo caso de Bernard Madoff -detenido en diciembre de 2008 y condenado a 150 años de prisión seis meses después- con nuestro Gürtel).
En Estados Unidos la operativa judicial es demoledora, excesiva, insultantemente hollywoodiense. Pero también es eficaz, rápida y sus intérpretes plenamente conscientes de que las garantías constitucionales están directamente vinculadas a la rapidez del proceso. Aquí, en Spain, la operativa judicial es demoledora por lenta, excesiva por interminable y también, desde hace algunos años, insultantemente boollywoodiense. En Nueva York, el ególatra, presuntuoso y prepotente Strauss-Kahn se puede permitir salir a cenar con su mujer y sus amigos porque, solo un mes después de ser detenido, un juez ha puesto en cuestión las pruebas que le acusaban de violación. Aquí, en su país, Teddy Bautista ha sido declarado culpable sine die por una Justicia lenta, ineficaz por lenta, injusta por lenta y por unos medios en estado de ansiedad que en su gran mayoría se han apuntado a la vieja máxima amarillista de que un culpable vende mucho más que un inocente. Justicia lenta y prensa ansiosa. Puede que al final los dos sean culpables, pero eso no justifica que en España los jueces y los periodistas nos hayamos cargado la presunción de inocencia. Otro fracaso de nuestra democracia. Aunque Bautista no tiene de qué preocuparse: dentro de diez años, cuando haya una sentencia probablemente inservible, los medios que hoy le sepultan le contratarán para que en un last night o en un reality cuente sus experiencias. Eso sí, siempre y cuando haya sido declarado culpable.
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