Sobras take away
Una forma de ahorrar y fomentar el consumo | La crisis agudiza el ingenio y en España cada vez se pide más la comida y el vino que sobra para llevar
Borja Infante, dueño de los restaurantes Negro de Anglona y Brookei, de Madrid.
Sylvain Cherkaoui Madrid
Cada año se tiran 63.000 toneladas de comida a la basura en los restaurantes españoles. Un 10%, es decir 6.300 toneladas, son sobras que se dejan los clientes en el plato. Pero cada vez más comensales deciden lLevarse a casa los restos de la comida o del vino, tal y como se hace habitualmente en EE UU y desde hace unos años en casi toda la Unión Europea. ¿Una buena forma de ahorrar y encarar la crisis y, de paso, de potenciar la economía?
Aunque en España no es muy habitual eso de pedir las sobras de la comida, cada vez se lleva más. La vergüenza o pedir la carne para el perro siguen siendo lugares comunes aunque cada día es más normal la petición expresa. Es más, muchísimos restaurante directamente se lo ofrecen a sus clientes y ya cuentan con tupper y bolsas adecuadas para este take away poscena. “Es del cliente, lo ha pagado. Tienen todo el derecho a llevarse lo que les queda de comida o de vino”, dice Guillermo Núñez del restaurante Pantone, en Madrid.
De todos modos, explica José Luis Guerra, presidente de la Federación Española de Hostelería (FEH), “sigue siendo algo escaso. En la comida es más común verlo en los extranjeros, pero en el vino, es mucho más extraño”. Y la crisis parece que cada vez influye más. “Ahora es una práctica más común. Antes no se hacía con tanta intensidad”, dice Julio Sastre, dueño de un Cañas y Tapas en la calle de Albasán, en Madrid.
Y también el vino
Lo de pedir el vino es más raro. Pocas veces se pasa por la cabeza del cliente. Con la crisis, el consumo y la venta de caldos han caído (en 2010 un 0,9% y un 7,7%, respectivamente) y, para los restauradores, informar a los clientes de que se pueden llevar el resto de la botella supone una ventaja más cuando el tipo de consumo de vino también ha cambiado -es más casero (el 60,8% del vino se compra en la tienda y se bebe en casa y el 39,2% en el restaurante) y se piden más copas-. La clave, dicen, está en informar al cliente y facilitárselo.
Una encuesta afirma que aunque el vino que sobra se pide para llevar, un 21% no lo hace porque ignora que puede hacerlo, un 17% por timidez y otro tanto porque les resulta un engorro ir cargados con la botella. Restauradores de todo el país se han sumado a campañas para fomentar el consumo de vino. Un ejemplo fue El disfrute se prolonga en casa, de la Asociación Euro-Toques y DO Rioja. Diseñaron unas bolsas especiales para que los hosteleros dieran el vino a sus clientes. Y aunque el convenio acabó en 2009, muchos continúan con esta práctica.
“Nos esforzamos para que el cliente lo sepa y por facilitárselo”
“No sólo la gente nos pide llevarse el vino a casa sino que nosotros se lo ofrecemos. Nos esforzamos para que el cliente lo sepa y por facilitárselo”, explica Borja Infante, dueño de los restaurantes Brookei y El Negro de Anglona de Madrid. “No hay mejor manera de vender el vino que dar opciones a la gente. Nosotros les damos una bolsa personalizada con el nombre del restaurante y que es muy discreta”, matiza. Infante explica que en España llevarse el vino o la comida es una práctica reciente. Sin embargo, matiza, según su experiencia “con la comida es más difícil. Tenemos clientes que la piden pero suele ser carne y dicen que es para el perro”.
“Agrada que no rechine y que el restaurante esté preparado”
Fino Vázquez regenta el restaurante El Oliver de Moratalla en Murcia. Se sumó a la campaña de Euro-Toques y el Consejo Regulador de la DO Rioja en 2006 y, a pesar de que terminó, sigue fomentando que sus clientes se lleven lo que les queda de la botella de vino a casa. “La mayoría no lo saben y nosotros se lo ofrecemos. Y a todos les parece una magnífica idea”, asegura. Lo mismo ocurre con los restos de la comida. “Se lo ponemos en una cajita térmica. Les agrada mucho que no rechine y que el restaurante esté preparado”, asevera. Todos los restaurantes “debemos mejorar en este aspecto por nuestros clientes. Es muy fácil y lo agradecen”, matiza.
El descorche se impone como una alternativa común
Suelen ser amantes o entendidos del vino pero la opción de que el cliente lleve su vino al restaurante para que se lo descorchen allí y degustarlo en la comida o la cena se extiende. “Lo hacemos con cualquier cliente aunque lo normal es que sean habituales de la casa”, dice Guillermo Núñez, dueño del restaurante Pantone (Madrid). En su casa, cobran 10 euros por botella que descorchan. Otros lo hacen por botella y comensal y hay algunos, que si el caldo es bueno, ni cobran. “Lo normal es que sean clientes de nivel y con vinos extranjeros o champanes pero también tenemos clientes que vienen con una botella normal pero que es simbólica o especial”, agrega.
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