“Desde los Pasillos de Montezuma / a las costas de Trípoli/ Luchamos las batallas de nuestro país / por aire, tierra y mar; / en primer lugar para luchar por el derecho y la libertad / y para mantener limpio nuestro honor.” Así comienza uno de los himnos más conocidos y valorados por los norteamericanos, el de los Marines (también conocido como Halls of Montezuma). A bote pronto quizás no le suene al lector europeo, pero el soniquete de la música es inconfundible. ¿Por qué recordar ahora este himno?
Pues bien, quizás a alguien le haya llamado la atención los dos nombres propios que aparecen al inicio del mismo; por un lado los pasillos de Montezuma hacen alusión al castillo de Chapultepec, fortaleza tomada por los norteamericanos durante la guerra contra México (de resultas de la cuál EEUU se anexionó las tierras al norte del río Grande, las actuales California, Nevada, Arizona o Nuevo México entre otras). Sin embargo, fijémonos en la otra ciudad, Trípoli, la actual capital Libia. ¿Y por qué se le cita en este himno compuesto en el siglo XIX? Desde luego no es por un motivo premonitorio de los ataques que lanzaría contra ella Ronald Reagan en los años 80 o Barack Obama en la guerra que condujo a la caída, detención y ejecución de Gadaffi. No. Trípoli aparece porque en esta ciudad se produjo la Primera Intervención en el Exterior de la Historia de los EEUU.
Ahora que los tambores de guerra suenan en la Casa Blanca, que el primer Premio Nóbel de la Paz que ocupa el Despacho Oval amenaza a Siria con una intervención de castigo por el uso de armas de destrucción masiva, Hagamos Memoria y recordemos cómo fue y por qué se desarrolló la primera acción bélica de los EEUU en el exterior; porque, aunque la distancia temporal sea considerable y aparentemente guarden poca relación en sus orígenes, desarrollos y desenlaces, lo cierto es que podemos aprender mucho de ella. Desde Europa tenemos a veces la idea de EEUU es un país sin historia pero ello no es óbice para que los norteamericanos respeten su tradición y pasado y para que cíclicamente reaccionen de una forma muy similar ante los problemas y desafíos de naturaleza tan diferente que se les han puesto por delante.
El origen de esta intervención habría que situarlo en el panorama existente en el Mediterráneo a comienzos del siglo XIX. Nominalmente la zona de Berbería (las costas de las actuales Marruecos, Argelia, Túnez y Libia) estaban controladas por dos estados: el reino Alauita marroquí y el Imperio Turco; sin embargo, en la práctica ambos eran incapaces de imponer el orden en la zona de modo que estas costas estaban infectadas de piratas que, desde el siglo XVI venían atacando las costas europeas (no hay que darse mas que una vuelta por el litoral español mediterráneo y contemplar la sucesión de torres y castillos que lo jalonan) y a los buques que surcaban esas aguas. Es cierto que desde el siglo XVIII estos piratas ya no atacaban los litorales español e italiano y que los asaltos a los buques mercantes se habían resuelto por un lado pagando algunos estados europeos un tributo a cambio de no ser atacados mientras, por otro, la Marina Británica protegía a sus propios buques con patrullas armadas (todo un anticipio de la operación Atalanta en aguas de Somalia).
En este contexto los EEUU se encontraban en una situación complicada en el Mediterráneo. El gobierno de John Adams (sucesor de George Washington) se había negado al pago de los tributos, los buques mercantes norteamericanos no estaban bajo el amparo de la Flota Inglesa (cosas de independizarse) y la US Navy carecía de efectivos suficientes para proteger a sus buques. Así, se habían producido casos de abordajes de navíos americanos quedando sus tripulantes prisioneros y convertidos en esclavos fracasando los intentos diplomáticos de llegar a un acuerdo con los piratas. La siguiente administración de Thomas Jefferson decidió iniciar una escalada bélica en el Mediterráneo mandando a comienzos de 1801 tres fragatas para proteger a sus buques (por vez primera se enviaban unidades navales al otro lado del Atlántico); ello no evitó que los incidentes con buques turcos y piratas continuasen, siendo el más grave que la fragata USS Philadelphia, embarrancase frente a las costas de Trípoli y que su tripulación fuese capturada sin ofrecer resistencia.
Como respuesta a esta humillación el teniente de la Marina Stephen Decatur organizó una atrevida acción con 60 hombres disfrazados de árabes a bordo del USS Intrepid (un buque capturado a los turcos y cuyo nombre venía al pelo para esta operación) con el que, tras camuflarlo, el 16 de febrero de 1804 se adentró en el puerto de Trípoli, se acercó al Philadelphia y lo tomó al asalto sin sufrir ninguna baja. Dado que era imposible sacar el uque a alta mar, Decatur decidió volarlo en pleno puerto para evitar que quedase en manos de los piratas logrando escapar de Trípoli indemne. Esta acción de castigo a los piratas berberiscos mereció múltiples elogios en la época, desde el propio Lord Nelson al papa Pío VII.
Incendio del USS Philadelphia. Arrojada acción propia de una película de Hollywood de piratas … aunque para disimular un fracaso anterior
Tras este éxito el Comodoro Preble, comandante de la flotilla norteamericana, junto con buques aliados del Reino de las Dos Sicilias (como se puede observar los EEUU siempre han buscado un aliado, por pequeño y débil que sea para crear la imagen de una coalición), decidió emprender una dura acción de castigo contra los berberiscos atacando el puerto de Trípoli; así el 3 de agosto de 1804 atacaron la base de los piratas tripolitanos hundiendo 3 buques y dañando a otros 3. A finales de mes se repitió el bombardeo de Trípoli haciéndose incluso estallar un buque dentro del puerto para incendiar las naves corsarias; sin embargo, el pachá de Trípoli se negaba a rendirse y firmar la paz con los EEUU.
La acción que decidió definitivamente la campaña fue la toma de la ciudad libia de Derna realizada en abril de 1805; allí, una fuerza al mando del general William Eaton con 8 infantes de marina y 500 mercenarios griegos y árabes partió desde Egipto y, tras atravesar todo el desierto libio, alcanzó la región de la Cirenaica y, con el apoyo de buques de la marina, asaltó la plaza de Derna, tomándola y ondeando por vez primera en su historia la bandera de los EEUU en una ciudad conquistada. Este hecho de armas es el que ha quedado inmortalizado como hemos visto en el himno de los marines (aunque curiosamente con el nombre de la capital del jefe de los piratas).
Toma de la Ciudad de Derna por los mrines de los EEUU. La primea intervención armada terrestre de los EEUU en el exterior. No fue la última.
Tras esta derrota el pachá tripolitano Yusuf Karamanli, ante el temor de una ofensiva terrestre contra Trípoli, decide firmar la paz con los EEUU. Sin embargo, el tratado no fue todo lo provechoso que cabría esperar habida cuenta de su ventajosa situación militar; así, aunque se liberaban a los prisioneros norteamericanos (a cambio del pago de un rescate lo que sorprendió a propios y extraños) el problema de los ataques a los buques no terminó de solucionarse de modo que siete años después los EEUU hubieron de emprender una nueva operación de castigo que, esta vez sí, puso fin al pago de tributos y garantizó la seguridad de los navíos americanos.
¿Qué lecciones o similitudes podemos encontrar de esta intervención respecto a la actual crisis siria? En primer lugar los norteamericanos no han dudado en recurrir a acciones atrevidas y de comandos para conseguir una favorable situación estratégica y lograr un efecto propagandístico tanto ante su opinión pública como ante la internacional. Por otro lado el recurso del bombardeo al enemigo para ablandarlo (vía naval en el caso de Trípoli o aérea, como se prevee en el caso sirio) persigue tanto fines militares como diplomáticos, obligando al enemigo a rendirse o a sentarse en la mesa de negociaciones. Sin embargo, hay una tercera lección: finalmente la crisis libia no se resolvió favorablemente hasta que se produjo una acción por tierra con la toma de una ciudad enemiga (algo impensable en el caso sirio y absolutamente descartado por Barack Obama).
Pero quizás la principal lección es que una intervención en el exterior debe tener unos objetivos claros actuando en consecuencia hasta conseguirlos y en ese sentido ni Jefferson lo tuvo, ni Obama parece tenerlo o parece no querer afrontar el problema de fondo. Así, Thomas Jefferson se conformó con liberar a los prisioneros americanos (fin muy loable pero que no era el verdadero origen del conflicto que en realidad estaba en la piratería berberisca en el Mediterráneo) con lo que la llamada Primera Guerra de Berbería se limitó a una acción de castigo que dejó el problema abierto y obligó años después a intervenir de nuevo.
Irán va camino de convertirse en el principal desafío de la administración de Barack Obama. Otra pieza mas en el rompecabezas de Próximo Oriente de casi imposible solución
Y en ese caso parece que Obama cometerá el mismo error; porque aquí el problema no es el uso de armas químicas, ni la guerra civil siria que dura ya tres años por muy duro o cínico que pueda parecernos. Esos problemas se solucionarían por sí mismos y no tienen importancia a nivel estratégico en la zona para los EEUU. No, el problema de fondo que subyace aquí es Irán y su programa nuclear. Porque Irán sostiene a Hitzbulá la milicia islamista que domina medio Líbano con la ayuda de Siria y trae en jaque a Israel; porque es Irán quien tiene en Siria su principal puntal y aliado regional; y porque es Irán quien sigue desarrollando su programa nuclear pese a las advertencias de las potencias occidentales y a punto de desestabilizar la zona. Pero Irán parece ya un plato demasiado grande, demasiado poderoso y peligrosos incluso para los EEUU. Así, como Jefferson, Obama parece que quiere conformase con quemar cuatro buques piratas (o destruir las armas de destrucción masiva), formular unas solemnes declaraciones de principios (lo que hoy se llama respeto a la legalidad internacional) pero en realidad parece dispuesto a que el pachá de Trípoli (en este caso Irán) siga campando a sus anchas.
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