Sindicatos del crimen
Cebrián, cuya evolución no necesita glosa, llamó “sindicato del crimen” al grupo de periodistas que, cumpliendo una exigencia democrática, sacaron a la luz algunas hazañas del partido de los cien años de honradez. No pudieron sacarlo todo porque no daban abasto y porque el periodismo de investigación se acabó prácticamente entonces, mientras Aznar, llegado al poder gracias sobre todo a esfuerzos ajenos a su partido, prefirió “pasar página”.
Pero está claro quiénes componían el sindicato del crimen, que nunca sintieron rastro de contrición por sus actos, sino un ciego afán de revancha y de castigo a quienes les habían echado de tantas poltronas. Recordamos el vídeo gangsteril sobre Pedro J, realizado por servicios supuestamente al servicio de la ley; hemos olvidado muchas otras fechorías, unas menores, otras comparables. José Luis Gutiérrez mencionaba algunas en Días de papel, tales como las inspecciones intimidatorias de Hacienda o el caso de “la desventurada Encarna Sánchez, a quien ni siquiera en la tumba dejan en paz” con “burlas sin cuento a causa de su supuesto lesbianismo” (¡quiénes iban a hablar!), espionajes telefónicos o informáticos y un largo etcétera.
Esta gente ha demostrado plenamente ser capaz de tales actos gangsteriles, del antenicidio o, ahora mismo, de la campaña contra la Cope, contra Telemadrid por medio de sindicatos mafiosos, o contra Jiménez Losantos, o del intento de meterme en la cárcel. La novedad es que el PP, el de Rajoy, se ha sumado al sindicato, feliz de que éste le dé cancha y tratando de imitar su demagogia. La palabra del nuevo PP es el diálogo. Habida cuenta de que el significado concreto de esa palabra, en boca del Gobierno, consistía en los tratos infames con los asesinos, contra la ley, y la marginación de las víctimas, el diálogo del PP con los del “talante” significa el acoso conjunto a las voces críticas y a la libertad de expresión. Como primera medida.
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