Con la edad empiezan a aparecer cosas nuevas en nuestra vida. Una hipoteca, una arruga, un michelín, un agujero en tu cuenta corriente, una nueva manía, un mal hábito, por ejemplo el tabaco, o uno bueno: mis nuevas clases de patinaje. Nunca pensé que caerte de espaldas en el asfalto enganchara tanto. ¡Me encanta! Estas clases sí que me están quitando años y no el photoshop. Pero mucho más importante aún es que me han quitado la vergüenza. Pensaba que estar rodeada de gente mucho más flexible, más malabarista, más Circo del Sol que yo, me haría cejar en el empeño. Siempre he sido muy tímida, sobre todo, en lo que a cuestiones deportivas se refiere. No me refiero a elegir entre Ronaldo o Messi, porque yo desde que se fue Xavi Alonso al Bayern de München no levanto cabeza. Me refiero a que la vida no me ha dotado con el don de la elasticidad y de la buena forma física. Estas clases han supuesto para mí un auténtico reto en todos los sentidos. En cualquier caso, no me importa estar más tiempo en el suelo que de pie, lo importante es que cuando me levanto me siento como Kate Winslet en la proa del Titanic. He estado tan centrada en estas sensaciones que cuando el profesor me pidió el teléfono el otro día me pilló totalmente desprevenida.
-¡Claro!, no te preocupes, llama cuanto quieras que tengo tarifa plana.
-Jaja, ¡qué graciosa!
El profesor, a partir de ahora Javier, pensó que le estaba vacilando. Pero lo cierto es que estoy desentrenada y no sólo en el sentido deportivo. Jamás pensé que pudiera atraer a alguien vestida de Robocop o Terminator (que es más de mi época) y roja como un tomate. ¡El dinero que me habría ahorrado en cremas, peluquería, ropa…!
-Has mejorado mucho, ¿nunca habías patinado antes?
-No, es la primera vez.
-Ya verás, esto engancha. Mucho, me dijo sonriendo.
Fue entonces cuando me dí cuenta de que estaba ligando conmigo. Aún no lo entiendo. Le dí mi número, él me dio el suyo. Me envió un mensaje, yo le contesté al día siguiente. Me envió tres mensajes más, yo uno. Y ante la falta de iniciativa por mi parte, pasó directamente al ataque. Atención al planazo (nótese la ironía): Hemos quedado para ir al Retiro a montar en barca. Al principio me resistí a la idea. Le dije que era muy mal plan montar en barca, podíamos caernos y acabar en las bocas de las hambrientas carpas y barbos que habitan en el estanque. Le debo parecer muy graciosa porque aún se está riendo. Pero lo decía totalmente en serio. Tengo fobia al estanque del Retiro. Un vez monté cuando era joven. Me tuvieron que acercar a la orilla para saltar la barandilla del pánico que tenía a caerme y acabar devorada por uno de esos peces de boca ancha. Aún no lo he superado. Pero tampoco había patinado nunca hasta ahora, así que puede ser un buen momento para escalar otra barrera o para volver a saltar a la orilla.
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