El estafador Irving Rosenfeld (Christian Bale) disimula su calva con un elaborado peluquín. Su esposa (Jennifer Lawrence) finge amarle, pero en realidad solo le interesa mantener su tren de vida, que ve amenazado con la aparición de esa mujer que imita el acento británico (Amy Adams), amor verdadero de su marido y cómplice de sus fechorías. El agente del FBI que echa el guante a los amantes (Bradley Cooper) y les ofrece un trato para evitar la cárcel, se hace la permanente. La gran estafa americana a la que se refiere el título de la nueva película de David O. Russell (El lado bueno de las cosas, The fighter) es una operación para cazar a unos políticos corruptos que pretenden repartirse un suculento negocio con la mafia italoamericana, pero es también un divertido y frenético ensayo sobre las apariencias, las máscaras con las que se ocultan los complejos, los defectos y las miserias. La película modifica a su antojo los hechos en los que se inspira en un ejercicio metalingüístico: el cine es un artificio que acaba siendo más auténtico que la realidad.
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