‘Sí quiero’ por 4.500 euros
Dos mujeres y dos historias, una se casó por conveniencia para obtener ‘papeles’; la otra, leonesa, lo hizo por amor con un extranjero, pero la burocracia tarda en creerla
I. Herrera León
Habla casi en un susurro, con miedo, ha tenido que pasar por mucho para obtener ‘papeles’ y poder pasear por León con la tranquilidad que le aporta a un inmigrante una documentación reglada y ha estado a punto de perderlos. Pagó 4.500 euros por casarse con un español. Un matrimonio de conveniencia. Y a pesar de haber logrado su objetivo no se la ve muy segura cuando se le pregunta si volvería a pasar por lo mismo: “Por un lado, las cosas han salido bien, ahora tengo mi documentación, al menos hoy, no sé mañana, y con esa documentación puedo viajar a mi país que era lo que yo más quería, pero si hubiera sabido que iba a ser así hubiera preferido pagar por un contrato de trabajo en vez de por un matrimonio”. No quiere que se sepa su nombre, le cuesta incluso revelarlo en la entrevista. Sabemos sólo que llegó de Centroamérica hace un par de años. Entró por Europa, los países del centro y el sur del continente americano tienen muy difícil la entrada en España. En un primer momento residió en Madrid y estuvo trabajando en un bar, pero el trato que reciben los que no tienen papeles “no era bueno”.
Fue por entonces cuando una conocida y compatriota le habló de la posibilidad de venir a León. Allí le promete un apaño matrimonial que le solucionaría el problema de la documentación. Aunque de este tema prefiere no hablar, media también en esta historia un ligero engaño en el ámbito laboral que todavía sigue pagando, pero retomando el asunto del matrimonio de conveniencia relata los quebraderos de cabeza que ha padecido. El novio era el compañero sentimental de la amiga que la trajo a León y que dejaría de serlo en el mismo momento en el que hicieron negocio.
En muy poco tiempo se programa el enlace, en ningún momento hablan de cuánto tiempo iban a durar casados, pero tampoco en ningún momento piensa que vaya a ser menos de un año, periodo en el que existe mayor riesgo de ser investigado por cometer el delito que constituye casarse por conveniencia. No se habla de esto hasta que la inmigrante cumple con su parte y entrega todo el dinero, poco antes de la boda, y el futuro marido de ‘pega’ le comunica que no tiene intención de alargar la farsa más de tres meses. En este punto, a quien nos relata esta historia se le cayó el alma a los pies, había pagado 4.500 euros para obtener la documentación y, de cumplirse lo previsto, acabaría deportada a su país. Como ya no hay vuelta atrás, el desembolso está hecho, continúa con el matrimonio, que se celebra en el ayuntamiento de un municipio leonés. De esto hace más de un año. A pesar de un continuo acoso telefónico por parte del marido, ha logrado alargar el momento del divorcio el tiempo suficiente y ahora se prepara para la disolución del matrimonio, trámite que le supondrá otros 1.500 euros además del riesgo de perder la documentación pues al divorciarse del español pierde el certificado de residente comunitario y sólo cumpliendo unos requisitos laborales podrá seguir en el país. ¿Qué solución tiene? Estar trabajado y cotizando a la Seguridad Social en el momento en el que se hace efectiva la sentencia de divorcio, comunicar a extranjería que ha perdido el comunitario –de poco sirve ocultarlo pues es cuestión de meses que se enteren– y, al mismo tiempo pedir un permiso de residencia de trabajo como extranjero normal. De este modo podrá hacerse con un permiso inicial por un año que, para mantenerlo, le exige cotizar al menos seis meses al año y tener el contrato en vigor en el momento de la renovación.
Lógicamente todo esto no lo traía aprendido, hasta dar con una solución, que confía le salga bien y le permita seguir en España, ha sufrido lo suyo, ha preguntado y ha buscado –y pagado en algún caso– la fórmula de cumplir con todos los requisitos que le van a exigir a la hora del divorcio, que ya es un hecho.
Por conseguir unos papeles para vivir con cierta tranquilidad y ciertos derechos en España tuvo que casarse con un cuasidesconocido del que aprendió los datos básicos para pasar la entrevista rutinaria a la que someten a los matrimonios entre un español y un extranjero.
Superaron la prueba de fuego y poco más de un mes después de la entrevista se celebró la boda. Una boda que constituye un delito, pero que, como a tantos otros inmigrantes le ha permitido hacer vida en España a cambio de un buen puñado de euros. La otra parte, el español o española que se presta a estos negocio saca un beneficio económico, pero además, tiene en la palma de la mano el futuro del extranjero, pues esta mujer que comparte su testimonio en estas páginas podría haber invertido 4.500 euros en una deportación.
Ahora, cuando echa la vista atrás lo dice convencida, “de haberlo sabido habría preferido pagar por un contrato de trabajo que, aunque también es delito, al menos me hubiera traído menos problemas y no dependes de un tipo que al mes podía haberme planteado una demanda de divorcio y, él se quedaba con el dinero y yo, sin 4.500 euros y sin papeles”.
Durante toda la conversación con esta joven centroamericana está presente el miembro de una entidad de acción social que nos ha puesto en contacto con ella. El tema de la inmigración es algo que conoce muy bien y, aunque no defiende estas actividades delictivas, sí pone de manifiesto la explotación pura y dura que sufren, en muchos casos, las personas inmigrantes que recurren al matrimonio de conveniencia para hacerse con la documentación. Hace hincapié también en las redes que se crean en torno a estos apaños matrimoniales normalemente encabezadas por inmigrantes ya establecidos en el país que se lucran con este negocio ilegal. Pero en la articulación de mafias también halla responsabilidad de las administraciones, pues “es la misma burocracia la que contribuye a su fomento, hay una sobresaturación que hace que se abran vías ilegales”.
A esta mujer no le fue difícil pasar todos los trámites para montar un falso matrimonio. Y mientras, del otro lado, otra joven, ésta leonesa, nos explica todas las trabas con las que se está econtrando para traer a su marido a España, un dominicano con el que se casó por amor hace apenas un par de meses. Se conocieron por internet y se enamoraron. La boda se celebró en la República Dominicana por la sencilla razón de que “a mí me era más fácil ir que a él venir”. Ahora, con la emoción propia de una recién casada, quiere que su marido venga a España porque ella tiene su vida establecida en León y prefiere construir su futuro aquí que no al otro lado del charco. Pero validar el matrimonio en España está siendo toda un odisea.
El mismo día que quedamos para que nos relatara su historia había estado en Madrid. Un intenso día de trámites burocráticos que le habían dado más de un disgusto. Después de soportar insufribles colas, volvía a León con la noticia de que tendría que esperar al menos un año y medio para poder vivir con su marido en España. ¡Un año y medio! Tras una larga espera para que le estampasen el sello de la Apostilla de la Haya en su certificado de matrimonio, otra cola, la de la oficina del Registro Civil central. Al fin llegó a ventanilla donde solicita la inscripción de su matrimonio para poder dar el paso siguiente, pedir el libro de familia y traerse a su marido a su lado. Pero cuál es su sorpresa cuando el funcionario del Estado le comunica con toda la naturalidad del mundo que la ansiada inscripción tardará en torno a un año y medio. Decir que sintió desesperación sería quedarse corto. “Estaba apunto de echarme a llorar”, dice ahora más tranquila y pendiente de una posible solución que agilice todo este proceso. “No pensé que esto fuera ser tan complicado…”, concluye.
Las dos caras de los matrimonios de conveniencia, la de los ‘beneficios’ –relativos– por una boda falsa y la de las trabas burocráticas para evitar enlaces fraudulentos. En ambos lados hay víctimas.
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