Sí a las drogas
la creciente popularidad de las distintas formas de eutanasia activa oculta un problema mucho mayor. Es la opiofobia o resistencia de los médicos y de las autoridades sanitarias a suministrar morfina o alguno de sus sucedáneos artificiales.
Decenas de enfermos son operados cada día por tumores malignos o problemas relacionados con la columna vertebral sin que reciban otro paliativo para los atroces dolores del postoperatorio que el Nolotil. He visto a personas retorcerse de dolor en hospitales públicos y privados tras complicadas operaciones de cáncer o de cervicales sin que nadie haga nada por remediar su agonía. Algunos casos son remitidos a los servicios psiquiátricos, donde estos enfermos no mentales reciben un cocktail de antidepresivos, estimulantes, relajantes musculares, anti inflamatorios y somníferos para “que se tranquilicen”. Tras meses o incluso años de súplicas y porfías, un pequeño número de pacientes consigue ser admitido en las unidades de dolor de los hospitales. Allí, alguien con dos dedos de frente les extiende la denominada “receta de estupefacientes”. Convenientemente prevenidos por las autoridades de que la mínima sospecha de laxitud será penada de forma severísima, algunos médicos recomiendan el consumo de marihuana, ácido y la experimentación con la mezcla de ciertos medicamentos y otras sustancias que supuestamente producen el mismo efecto que los opiáceos que no se atreven a recetar por miedo a perder su empleo. ¿Automedicación? No me tomen el pelo.
Comentarios recientes