El ministro de Economía, Luis de Guindos, ha dicho que los depósitos bancarios en España son sagrados. Ya lo sabíamos, que la normativa europea dice que por debajo de 100.000 euros están garantizados. Que no es novedad. Pero en estos momentos de crisis, que el capital es ¡sagrado! cuando los sueldos no lo son… pues se hace más evidente el agravio.
Así que no estaría mal que me sacralizaran el sueldo. Si no el mío, al menos los más bajos. Los de esos que, por cierto, seguro que no tienen depósitos bancarios. Ni de 100.000 euros ni de unos céntimos. Según el informe que acaba de publicar la fundación Foessa en la sede de Cáritas , los hogares que no tienen capacidad para afrontar gastos imprevistos (o sea que, a lo que se ve, no deben tener depósitos bancarios sagrados) han pasado del 30% en 2007 al 44,5% en 2012. Ya se ve, hay cosas sagradas para los gobernantes y otras no. El informe dibuja una situación en la que las rentas más bajas han caído un 5% cada año desde 2006, con lo que la diferencia con las más altas se ha incrementado en un 30%. Se ha pasado de 300.000 hogares sin ingresos en 2007 a 630.000 en 2012. Qué casualidad, puedo asegurar que andaba yo pensando en esto antes de que se publicara el informe.
El secretario general de Cáritas, que como todo el mundo sabe es la ONG de la Iglesia, que sabe mucho de cosas sagradas, ha dicho, tras analizar el estudio, que habría que “tener en cuenta las iniciativas legislativas que ayudarían a la vida familiar, en materia hipotecaria o de acceso igualitario a la educación o a la sanidad”. Eso es, señor Guindos, sacralíceme mi baja médica, que no venga un inspector a enmendar la plana a mi médico y encima me criminalice, que me trate como presuntamente culpable de estafar al sistema sanitario. Que no me vayan a echar del trabajo si me operan de una hernia discal, o tengo un cáncer. Sacralice la sanidad, que no tenga que esperar meses para la consulta de un especialista o para operarme. Sacralice la educación, que tenga unas dotaciones mínimas garantizadas, con profesores suficientes. Que no vea niños hacinados en aulas mínimas mientras se despilfarra el dinero en hormigón y más hormigón de otras obras sin sentido. Que se inauguren colegios ante delegaciones internacionales, en lugar de pabellones olímpicos que terminarán vacíos y sin uso. Sacralice la vivienda. Que sea digna para todos.
En fin, señor ministro, no blasfeme sobre lo más sagrado.
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