Sabrosas tentaciones envasadas
Las tiendas especializadas ofrecen manjares que fueron privilegio de ‘césares y emperadores’
Benito Gómez Gegúndez León
En las tiendas especializadas es posible encontrar hoy día una serie de manjares y néctares que hace muchísimos años, solo eran privilegio de césares y emperadores: trufas piamontesas, frambuesas del monte Ida, hígado de salmonete, lomos de cangrejo ruso, huevas de erizo, anchoas de Guetaria, huevas de caracol, sopa de tortuga, vinagre de Modena, ciruelas al marc de vino, entre otros, y que pese a un procedimiento industrial conservan su sabor y fragancias originales, atributos casi lascivos.
Buscar el placer de los sentidos es una constante histórica. La comida, una vez superado el concepto de necesidad básica, se convierte en una fuente inagotable de placeres. Potencia el refinamiento, estimula el lujo, profundiza en la voluptuosidad y da pie al regocijo.
Y así es, porque ¿puede haber algo mas obsceno que un plato de transparentes lonchas de jamón ibérico acompañadas de un buen vaso de fino? ¿Existe algo mas lujurioso que un recipiente de plata repleto de caviar Beluga o una burbujeante copa de champagne? ¿No son las trufas realmente libidinosas? ¿El foie-gras deliciosamente impúdico? O el marrón glace lascivo y traicionero. Obviamente, donde esté una trufa blanca piamontesa recién recolectada, que se quiten una docena de latas de conserva. Donde este un caviar Beluga, recientito, pleno de aroma y acompañado de blinis y vodka en una taberna a orillas del mar Caspio, que se vayan por ahí las latas de caviar iraní o ruso que llegan a España.
El que pueda que lo disfrute, pero el resto de los mortales, en ausencia de lo fresco, abrimos los ojos y la boca maravillados ante estos productos envasados. Los utilizan los restaurantes, que ya es toda una garantía. Nos llegan del mar, de la costa y de las profundidades del océano, del subsuelo y de animales cebados para el sacrificio.
Con ellos se puede transgredir muy a gusto el consejo de Pitágoras; “ Sea sana tu mesa y que el lujo no aparezca en ella”. Dentro de la flor y nata de los productos enlatados o delicatessen mas exquisitos el puesto de honor es para el caviar, manjar de zares, guerreros cosacos y actuales millonarios, se comercializa en tres variedades, Beluga, Sevruga y Oscietra, las tres clases son realmente exquisitas. Pero también tenemos los pescados ahumados, que, al contrario que el caviar, resultan mas asequibles, el salmón, es, por excelencia, el más exquisito y delicado. El arenque, la trucha, anchoa o palometa están menos valorados, y a veces incluso, algunos son utilizados para dar gato por liebre y colar el sucedáneo a algún despistado.
El bonito y las anchoas, envasados en aceite de oliva y conservados naturalmente, son también una auténtica delicia, el último lujo o exquisitez que nos llega del mar son las huevas de erizo. Las mejores son de la confluencia entre el Cantábrico y el Atlántico allí se consiguen unos erizos muy batidos por el mar contra las rocas de una calidad excelente.
Abandonamos el mar y nos acercamos al mundo vegetal que cada vez tiene mas presencia en el reino de los productos exquisitos y refinados. Como abanderada la trufa, tanto negra como blanca, le acompañan sus parientes los hongos y las setas, otros compañeros de mesa envasados al natural sin colorantes ni conservantes son los cardillos, la achicoria, el espárrago los pimientos, y que no tienen nada que envidiar en cuanto a gusto y deleite. Las huevas de caracol, molesto inquilino de alguno de estos productos, son escasas y delicadas. Una extravagancia que un francés descubrió en el Tibet y que hoy se producen en Europa a través de sus granjas. Del pato y de su prima la oca procede una variedad de delicatessen, envasados de una manera tradicional, natural y artesana. Cada vez se comercializan mas derivados de estos animales, que según los expertos, tienen un gran futuro en España. Pero el mundo del producto envasado de selección abarca muchas variedades. Bombones de lo más increíble, tes, cafés, sales, frutas, compotas, confituras, sin colorantes ni conservantes…. sin embargo no se puede pasar por alto, sin hacer una referencia a un producto muy especial, verdadera delicatessen donde los haya, el vinagre de Modena o aceto Balsámico, líquido viejo y legendario, un néctar sublime que puede alcanzar cantidades astronómicas en su precio. Para finalizar este tentempié de bon vivant, gourmets, y paladares delicados, nada como la gama que presentan las firmas especializadas.
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