Ruiz Mateos empresario entre imperios y ruinas
Fundó Rumasa, un imperio de 700 empresas. Expropiado por el Gobierno de Felipe González, intentó resucitar el holding a través de Nueva Rumasa, que acabó quebrada. Los últimos cuatro años huía de los jueces y la cárcel. Estaba procesado por estafa, insolvencia punible y fraude
En el último tercio del siglo XX ha habido tres empresarios emblemáticos, marcados por el éxito, el fracaso y la cárcel: José María Ruiz-Mateos, Mario Conde y Javier de la Rosa. Ruiz-Mateos, el empresario gaditano que acaba de fallecer el 7 de septiembre, a los 84 años, protagoniza, sin duda, la historia más espectacular. Él mismo era literalmente un espectáculo por su continua presencia en los medios de comunicación y sus “números reivindicativos” casi circenses. Pero será recordado, sobre todo, por haber perdido su imperio empresarial en febrero de 1983 en la famosa expropiación de Rumasa que llevó a cabo el entonces ministro de Economía, Miguel Boyer, miembro del primer Gobierno de Felipe González.
Peleó en los tribunales para recuperar sus empresas, lograr un justiprecio o la anulación de la expropiación. Perdió en el Tribunal Supremo y en el Constitucional. Dicen que entonces perdió la cabeza y será recordado por espectáculos como la agresión a Miguel Boyer a la salida del Juzgado Mercantil número 7 de Madrid al grito de “te pego leche”. No menos histriónicas fueron sus entradas y salidas de la cárcel. Primero, con su fuga en octubre de 1988 de la Audiencia Nacional disfrazado con gabardina y peluca. Dio ruedas de prensa frente a los juzgados disfrazado de Superman y se entregó a la Policía portando en sus hombros una enorme cruz. Todo ello formaba parte de su “marketing reivindicativo” que no abandonó hasta que la fuerza física le abandonó a él.
En la noche del 23 de febrero de 1983 pasó en pocas horas de empresario de éxito a fracasado y prófugo. Estuvo procesado varias veces, aunque nunca arruinado, ya que salvó buena parte de su patrimonio en el extranjero. Dio el salto a la política y fue eurodiputado electo en 1989. Gracias a eso su caso pasó al Tribunal Supremo. A golpe de talonario llegó a ser propietario y presidente del club de fútbol Rayo Vallecano y se hizo empresario de medios de comunicación (compró varias radios), siempre con el objetivo propagandístico de reclamar sus empresas. Ferviente católico, fue miembro del Opus Dei, del que fue expulsado, y un gran benefactor de entidades religiosas como la Obra y los Legionarios de Cristo, a los que terminaron pidiendo sus hijos la devolución de cinco millones de euros que les habían donado. También a golpe de talonario consiguió el título de marqués de la Olivara y ser condecorado por el Vaticano. Tuvo trece hijos con la jerezana María Teresa Rivero, que siempre le ha respaldado.
Nacido en Rota (Cádiz) en 1931, era hijo de Zoilo Ruiz-Mateos, un pequeño bodeguero de la localidad, que llegó a tener cuatro bodegas en Jerez y en el Puerto de Santa María, además de en Rota, y que fueron el origen del posterior grupo Rumasa. Profesor mercantil, audaz y con una enorme ambición, muy joven se convertía en exportador de vinos de Jerez a Gran Bretaña. En 1958 convenció a la firma John Harvey, uno de los grandes importadores británicos de vino de Jerez, para ser su suministrador exclusivo, con un contrato de hasta 99 años. No conocía a Harvey de nada, lo consiguió con más de 30 cartas ofreciendo sus servicios. Rumasa nacía poco después, en 1961, y creció adquiriendo bodegas pequeñas, luego medianas y grandes, en Jerez. Los bodegueros de Jerez plantaron cara al intruso (no era de ninguna de las grandes familias tradicionales de la zona) y le llevaron a los tribunales por presunto fraude en la calidad de sus vinos. Ganó esa guerra y siguió comprando bodegas más grandes. Se apuntó al boom inmobiliario de la Costa del Sol de los años 60 del pasado siglo, se hizo constructor y entró en negocios químicos y de servicios.
DINERO PARA CRECER
Para alimentar de dinero fresco un crecimiento tan rápido compró una ristra de pequeños bancos que pronto tuvieron serias dificultades financieras. El imperio se amplió en los años 70 y 80 con hoteles y más constructoras hasta sumar casi 700 empresas, muchas de ellas sumergidas o no operativas. Fue el dueño de la emblemática Galerías Preciados, la cadena de hoteles Hotasa, la Constructora Hispano Alemana y un grupo de 20 bancos cuyo buque insignia era el Banco Atlántico. En la España de los años 80 del siglo XX no había un holding privado similar, con más de 60.000 empleados y 350.000 millones de pesetas de facturación. El 25% del negocio del grupo correspondía a los bancos, que daban liquidez y crédito sin límite a las empresas del grupo. Rumasa era un holding anómalo de empresas que tenían bancos, y no al revés, como era habitual. Esa anomalía fue su perdición, ya que el Gobierno y el Banco de España optaron al final por la expropiación de todo el grupo y no de los bancos, que era donde estaba el agujero.
Precisamente fue el Banco de España el que aportó munición al decreto-ley de expropiación de febrero de 1983. El argumento central era que “la concentración de riesgos de los bancos con el grupo Rumasa eran desorbitados” y hacían inviable el grupo. Los bancos de Rumasa practicaban una agresiva política de captación de depósitos, ofreciendo tipos muy altos, para mantener la actividad de las empresas y la política de adquisición de nuevas sociedades. El grupo Rumasa técnicamente estaba en quiebra, pero sus bancos la tapaban al mantener la liquidez. Rumasa se mantenía por la famosa “teoría de la bicicleta”, mientras entrara dinero por ventanillas bancarias se atenderían los pagos y no pasaba nada. Luego, tras la auditoría realizada por el Estado, se descubrieron deudas fiscales y de Seguridad Social, que engordaron el agujero. Las primeras estimaciones fijaban el tamaño del boquete en 110.000 millones de pesetas.
Ruiz-Mateos había comprado la mayoría de las empresas con crédito de sus bancos, o con avales de ellos o de su grupo empresarial, trueques de acciones, operaciones cruzadas e ingeniería financiera. Desde 1980, incluso antes, su espectacular crecimiento era objeto de sospecha por parte de las autoridades, la bolsa, y la comunidad de los negocios. Los temores se acabaron confirmando con la expropiación. Rumasa era un gigante con los pies de barro.
VIDA TREPIDANTE
El grupo empresarial era ya un problema para el Gobierno de Adolfo Suárez antes de dar el relevo a Felipe González. Pero sobre todo era un enorme problema para todo el sector bancario, que temía una explosión descontrolada de la auténtica bomba de relojería que había montado Ruiz-Mateos.
En el momento de acceder el PSOE al Gobierno, en diciembre de 1982, la solvencia de Rumasa estaba sobre la mesa del ministro de Economía, Hacienda y Comercio, Miguel Boyer, que conocía el caso como economista del Banco de España. Boyer alertó al Gobierno del riesgo sin control de los bancos de Rumasa con las empresas del grupo. El caso se tensó aún más porque Rumasa no entregaba y demoraba sistemáticamente una auditoría en curso. Ruiz-Mateos desafió al Gobierno con declaraciones retadoras y el Ejecutivo expropió el grupo la noche del 23 de febrero de 1983.
A partir de ahí, la vida de Ruiz-Mateos se convirtió en una novela trepidante en la que su protagonista decía buscar justicia. Afectado por un ego incontrolado y una conducta atrabiliaria y grotesca de cara al público, se fugó al extranjero para defenderse, porque según él temía la cárcel y un juicio injusto. Entre declaraciones incendiarias contra el Gobierno de Felipe González en la prensa internacional, intentó resucitar por primera vez su imperio a través de Rumasa Internacional, un holding que controlaba en varios países. Tras rocambolescas estancias en Londres y Frankfurt (donde estuvo incluso encarcelado) fue extraditado a España. Después, juicios y más juicios, con suerte variada, algún tribunal accedió a que se devolviera la propiedad de algunas empresas décadas después, cuando el Estado había privatizado casi todas las sociedades de Rumasa. Este proceso de privatización no estuvo exento de escándalos por el bajo precio a que se adjudicaron algunas de ellas. Es el caso de Galerías Preciados, vendida al empresario venezolano Gustavo Cisneros, amigo de Felipe González, con una valoración muy discutible y objeto de dos pelotazos posteriores en manos extranjeras, hasta acabar en manos de El Corte Inglés.
POLÍTICA Y RESURRECCIÓN
En 1989 creó una agrupación de electores para presentarse a las elecciones europeas. Obtuvo 600.000 votos y dos escaños en la Eurocámara. Justo después, Ruiz-Mateos y sus hijos varones resucitaron su imperio a través de Nueva Rumasa. El nuevo holding adquirió Trapa, Dhul, Clesa, Garvey, Carcesa (marcas Apis y Fruco), Elgorriaga y la hotelera Hotasa. De repente parecía que podía recuperar algo del prestigio perdido, pero todo fue un espejismo. Volvió a las andadas e intentó financiar compras con emisiones de pagarés de sus empresas en los años 2009 y 2010, ofreciendo intereses del 8% y 10%. Captó, que se sepa, 385 millones de euros de 4.110 inversores particulares, a través de pagarés de 13 de sus principales empresas. Tras varias advertencias sobre el riesgo de esas inversiones por parte de la CNMV, dio comienzo el último fiasco de Ruiz-Mateos porque llegaron los vencimientos y pagos de intereses y Nueva Rumasa no pudo hacer frente a los pagos. En 2011 Ruiz-Mateos, su esposa, Teresa Rivero, sus seis hijos varones y su sobrino Zoilo fueron procesados por los delitos de estafa, insolvencia punible y fraude a la Hacienda Pública. Es el segundo gran fracaso de Ruiz-Mateos, que termina de nuevo en la Audiencia Nacional y reclamado por juzgados de distintas provincias, con incomparecencias y escándalos continuos.
El final de su vida lo marca el 18 de junio pasado, en que ingresa en prisión, pero es excarcelado y llevado a un hospital por sus problema de salud. Tras una rotura de cadera fue operado en un hospital del Puerto de Santa María. Surgen complicaciones, una neumonía y fallece el 7 de septiembre. La muerte le llegaba con una familia dividida y la cárcel de por medio. Los dos hijos menores, Álvaro y Javier, ya están en prisión, condenados por delitos contra Hacienda y alzamiento de bienes. Otros dos vástagos (Pablo y Alfonso) están pendientes de ejecución de sentencia e ingreso también en prisión. Un imperio empresarial que comenzó “bordeando la ley” y acabó por saltársela y arruinar a muchas familias.
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