“No me explico por qué no han venido antes”, se queja Mari Luz Romero, estudiante madrileńa, mientras contempla cómo una brigada militar, jerarquizada, se pone a trabajar a su vera en la playa de Carnota. A ella le cuesta horrores cargar con un capazo lleno de fuel –mejor dicho, no puede–, mientras que la cadena formada por los jóvenes soldados avanza a todo ritmo.

Un capazo lleno pesa unos 40 kilos. “Un hombre fuerte, si está en una zona con mucho fuel, puede sacar 1.000 kilos diarios”, calcula Marcel Cama, encofrador de Vilanova i la Geltrú (Barcelona) que lleva 15 días en Corrubedo. En su playa se han recogido 3.000 toneladas en cuatro días.

Los miles de voluntarios llegados a Galicia con motivo del puente de la Constitución quedaron reducidos ayer a centenares, pero su presencia aún era abundante en localidades como Fisterra o Riveira. Mari Luz hacía las maletas a mediodía: “Es una lástima porque sabes que estás haciendo algo que vale la pena”. Lo mismo decía Noelia, de Baena (Córdoba): “Si puedo, volveré unos días en Navidad”.

También se marchará pronto Adriana Daggett, llegada a Corrubedo desde nada menos que Wisconsin, en Estados Unidos. A diferencia de lo que sucedió durante el pasado puente, el frío y la humedad llegaban ayer hasta el tuétano.

En la misma playa donde trabaja Marcel, un grupo de militares recién llegados discute lo que hay que hacer. Un superior reparte el equipamiento y suelta, sin rodeos: “Y, ahora, a recoger lo que ustedes ya saben. Y recuerden: intenten llevarse poca arena”.

NUEVO TEMPORAL

En Fisterra, los marineros que salen a pescar fuel no han podido faenar debido al temporal. “Hemos de aprovechar el tiempo –dice Xosé Manuel Martínez–, porque todo el petróleo que no recojamos llegará a la costa… y entonces será peor”. No hace falta que lo diga. Lo dice otra estudiante, Amparo Cordero, de Valladolid: “Se mete entre los poros y se pone duro”. La maquinaria que llevan los soldados agilizará el transporte y la carga, pero el detalle, la filigrana, es cuestión de tesón manual.