Rebelión interna en UPD
UPD se desangra en el Norte, donde dirigentes y militantes abandonan la formación por falta de democracia interna y compromiso con los ciudadanos. Madrid niega una crisis.
Creían que militaban en un partido que rompía con los vicios de las formaciones tradicionales y se dieron cuenta de que en UPD tampoco había democracia interna y de que, pasadas las elecciones, en la formación se olvida lo prometido.
Esta es la reflexión que hacen por separado a este semanario tres de los muchos militantes y dirigentes (decenas) de UPD que han dimitido de la formación este verano. Concejales, excandidatos a alcaldías y a la Xunta, dirigentes territoriales y afiliados de toda la vida dejaban UPD en Galicia, Cantabria y el País Vasco. Son las últimas bajas de un partido donde desde poco después de su constitución, en 2007, empezaron las bajas motivadas por autoritarismo, falta de debate y de democracia interna, lo contrario de lo que proclama el partido: regeneración democrática, mayor participación de los ciudadanos en política y “mermar el poder de los aparatos de los partidos en beneficio de una deliberación pública y abierta”, según su manifiesto.
Entre los que se van hay fundadores, como Mikel Buesa, y también ciudadanos que entran por primera vez en política, que tienen un trabajo y que incluso dejan de tener un sueldo al entrar en un ayuntamiento de la mano de UPD. Antes de Galicia, Cantabria y el País Vasco este verano, dejaron UPD personas que coordinaban, dirigían o habían sido candidatos en León, Avilés, Alicante o Madrid. Los motivos se repiten: desavenencias con la dirección, excesivo personalismo de Rosa Díez, que los nombramientos por “el sistema digital” también existen en UPD y poca atención a lo que no sea ganar en Madrid. “Da la sensación de que hay un poco de dejadez por nada que no sea Madrid”, dice uno.
En León, el que fuera número dos a la alcaldía, Guillermo Martínez Robles, dio el portazo en mayo de 2012 tras llegar a la conclusión de que UPD era “un fraude para la ciudadanía”. También ese año dimitía toda la organización de Alacantí –que representaba a la provincia de Alicante salvo la capital–, por intromisiones y vetos en las listas de las municipales de 2011. Criticaban un partido sustentado por “una campaña de marketing” y liderado por “una primera actriz”, en referencia a Díez. “Se nos ha explicado una historia y el partido funciona de una manera diferente”, decía uno de sus miembros, Daniel Rotea. En 2010, la formación expulsó a tres dirigentes de Madrid por tener contactos a través de redes sociales con miembros de otros partidos y poco después dejaba el partido Vania Merino, que se había enfrentado a Díez por el liderazgo de la formación en su primer congreso. En la actualidad, las dimisiones se ciernen sobre Alcobendas, un bastión de UPD, donde el cabeza de lista, José Caballero, ha demandado a tres compañeros por apartarle de la portavocía. Ha sido suspendido por seis meses, con otra concejal, y amenaza con darse de baja.
“Tres o cuatro”
Fuentes de la dirección de UPD en Madrid niegan “crisis interna” porque “tres o cuatro personas hayan dimitido”. “No preocupa en absoluto”, aseguran. Los expedientes disciplinarios que tiene abiertos el partido no tienen nada de reprochable, más bien al contrario. “Cuando estamos viendo que en otros partidos nadie dimite, que no se regeneran, lo que hace UPD es aplicar sus normas internas”, afirman en la dirección del partido, que en junio contaba con 6.013 afiliados.
El verano negro de la formación magenta empezó en junio con la salida de Fernanda Linares, una de las dos concejalas de UPD en Santoña (Cantabria). Era el final de la “caza de brujas” a la que, según relata, fue sometida por la dirección territorial de Santander, en manos entonces de María Jesús Gurpegui, “íntima amiga de Rosa Díez”. Linares dejó su trabajo en el departamento de Festejos del consistorio y su sueldo de 1.300 euros para ser concejal de UPD y cobrar solo dietas de entre 44 euros por comisión y 98 por un pleno cada dos meses. Según relata, lo que en principio era una historia de antipatías con los dirigentes territoriales y de envidias personales del otro concejal de Santoña se convirtió en una acusación por parte de UPD de malversación de los 360 euros para gastos municipales que ingresaba al mes por ella y su compañero. Asegura que con ellos fue pagando lo que el otro concejal había adelantado para la campaña electoral de 2011 en la que salieron elegidos, pero que la dirección de UPD no quiso escucharla. Estas acusaciones, que fueron retiradas después, fueron “la gota que colmó el vaso, aunque antes había visto cosas muy raras, actitudes dictatoriales, no se dejaba participar y mucho menos opinar”.
La salida de Linares, que se ha querellado contra la formación por “difamarla” y dejarla por “ladrona”, provocó la dimisión en bloque de 45 de los 91 afiliados en Cantabria, “de momento”, apostilla. Tal y como cuentan otros exmilitantes, cuando Linares intentó ponerse en contacto con Díez o con la dirección en Madrid, no obtuvo respuesta. En agosto, Díez se desplazó a Santander, oficiosamente para detener la sangría del partido en Cantabria. “Me enteré de que daba una conferencia y me acerqué para hablar con ella. Le dije: ‘Buenas tardes, Rosa, soy Nanda, la de Santoña”, recuerda, antes de que “dos chicos de negro” se la llevaran en volandas y no la volviera a ver. “Yo me afilié a UPD emocionadísima porque me encantó el proyecto, era un partido en el que confiaba y me ha engañado”, asegura Linares.
En agosto la alarma sonaba en Galicia, donde dimitía José Canedo, excandidato a la alcaldía de Santiago y a la Xunta. Con él se fueron Juancho Chouza, miembro del Consejo Territorial de UPD en Galicia y otro puñado –pequeño– de afiliados gallegos de los más de 150 que calculan tiene UPD. Ambos eran personas a las que el partido había otorgado su confianza y que abandonaban hartos de luchas internas, de protagonismos ajenos y de una actitud política muy alejada de la “transparencia y honestidad” que buscaron en UPD. Canedo ha recuperado su plaza de cartero en Santiago tras abandonar una formación en la que fue candidato a petición de Díez, mantenía una relación fluida con Madrid y participó como orador en diversos actos. El idilio se rompió meses después de las autonómicas en las que se presentó a la Xunta.
La dirección del partido había cambiado hacia dirigentes con los que tiene poca afinidad pero asegura que lo que le empujó a salir fue ver que se olvidaban las promesas que él había hecho en campaña a pescadores, marisqueros y, sobre todo, preferentistas. Canedo prometía que “se denunciaría a quien hubiera que denunciar”, si no desde la Xunta, desde el Congreso o el Parlamento Europeo, donde UPD tiene representantes. Pero siete meses después comprobó que no se hacía nada –“daba la sensación de que Galicia no importaba ni un pepino una vez terminadas las elecciones”– y decidió marcharse. Él tampoco ha conseguido hablar con Díez, que en su momento le confió dos candidaturas. El último intento fue un mensaje a su teléfono “para decirle el problema y que me iba”. Está especialmente dolido por la interpretación que Díez ha dado a su salida y a la de otros compañeros, a los que trata como personas que abandonan porque no han sido elegidos. “Es mentira, jamás he querido un cargo”.
Más deserciones.
Sobre lo ocurrido este verano, Díez ha dicho recientemente que se quiere dar una “imagen interesadamente distorsionada” de UPD por parte de “cinco personas que nunca tuvieron cobertura en los medios” ni “representación”.
La última deserción en masa vino en agosto desde el País Vasco, donde la baja de los excandidatos a la alcaldía de Vitoria y a la Junta General de Álava, Carlos Sevillano y Fernando García, arrastraba otras que han dejado a UPD de Álava con “10 militantes” y ha obligado a trasladar la sede al lado de la catedral a “un pisito”. En San Sebastián dimitieron los cinco integrantes del consejo local, a los que les siguieron otros militantes. Su expresidente, Nicolás de Miguel, explicó a El País los motivos de su salida: “He descubierto un aparato sectario que no solo no admite el debate ni las críticas internas, sino que margina a quien discrepa”. Sevillano, empleado en Mercedes Benz, llegó a UPD desde la presidencia de una asociación vecinal como un salto “para hacer algo más” y dice estar “desilusionado” por el inmovilismo del partido. El País Vasco es una plaza muy simbólica para un partido que hizo de la oposición al nacionalismo y la lucha contra ETA –y contra cualquier negociación– una de sus reivindicaciones estrella. Bilbao sigue teniendo la mayoría de la militancia, pero antes de este verano hubo otras “oleadas”. Empezando por 2009, cuando Buesa denunció su “estilo autoritario”, y también se dieron de baja el profesor de la Universidad del País Vasco Gerardo Hernández Les, Rodolfo Laiz, Ramón Ibarrola o Juan Espino, que denunciaron que UPD “no es más que una estructura de poder que ha monopolizado y manipulado de manera ilegítima a un movimiento ciudadano regenerador que estaba consolidándose en España durante los últimos años”.
Sevillano augura que en los próximos meses continuarán las bajas en UPD, a medida que la dirección vaya eligiendo –y descartando– a delegados al II Congreso, que se celebrará el primer fin de semana de noviembre. Previsiblemente, Díez volverá a presentarse y de momento no se sabe de candidatos alternativos. “Intentaremos que haya más candidatos, que se presenten más”, dicen en su entorno.
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