Rafa Nadal se instala en el Olimpo
El manacorí, que hoy será coronado como número uno del mundo, se lleva el oro tras imponerse en la final al chileno Fernando González por 6-3, 7-6 y 6-3
santiago aparicio (efe) / pekín
Como una advertencia impulsada por los dioses, en vísperas de su coronación oficial como nuevo número uno del mundo, Rafa Nadal se aposentó en la jornada de ayer en el Olimpo, en el escenario de los elegidos, en la tribuna de los grandes, que alcanzó tras derribar en Pekín al último contrincante del trayecto, el chileno Fernando González, por 6-3, 7-6 (2) y 6-3.
En pleno apogeo, el manacorí terminó con la histórica resistencia del oro. Con los reparos que el tenis español ha padecido cada vez que emprendía el asalto al máximo premio en unos Juegos. Los más recientes, los sufridos por Virginia Ruano y Anabel Medina en el doble femenino.
El balear, el hombre de los 31 títulos, el poseedor de los cuatro Roland Garros y el instaurador de un nuevo orden en Wimbledon, acaparó el honor de ser el primer campeón olímpico nacional con la raqueta.
El éxito del participante patrio se culminó después de una batalla desigual. Bastante más desequilibrada de lo que evidenciaban los precedentes, que alentaban una lucha titánica, debido a un reparto equitativo de victorias -tres y tres-, antes de que los contendientes saltaran a la pista.
González no suele dar su brazo a torcer pronto. El empuje forma parte de su condición, dentro de la que sobresale su derecha. Pudo ejecutarla en numerosas ocasiones en el partido. Pero, a pesar de que es admirada, no resultó determinante.
Era el chileno el que contaba con mayor pedigrí olímpico. La suya es una trayectoria con brillo en los Juegos. En Atenas fue campeón en dobles junto a Nicolás Massú y bronce en solitario. Experiencia a raudales en momentos cumbres. Mayor que la del español, con una efímera y simbólica participación en el 2004.
Ése es el motivo por el que el inicio del duelo extrañó. El de Santiago, ya un habitual en las alturas del circuito, empezó dando ventaja a su rival. Nadal rompió a las primeras de cambio y protegió su saque, que no cedió en todo el compromiso, y cerró la manga sin contratiempos (6-4).
Fue a partir de ahí cuando el sudamericano se decidió a entrar en el partido. Cuando soltó su derecha, la que buscó. Y jugó con continuidad gracias a la eficacia de su servicio. Inquietó a su adversario, que tuvo que hurgar en el encuentro y ejecutar esfuerzos extra ante las amenazas de González, que desveló ciertas carencias como restador.
El choque concedió una opción al perdedor. Y es en los detalles donde está el salto de calidad. El chileno, a buen nivel, esperó su ocasión. Y le llegó. Sin embargo, no la aprovechó. Fue en el décimo parcial, cuando tuvo dos puntos de set con un 15-40.
El mallorquín se defendió como pudo, pero su contrincante pensó demasiado en la dimensión de la situación y no acertó. Mandó una bola fuera, de revés, y otra a la red. Con apuros, Nadal solventó el problema.
No suelen volver situaciones como ésas, las que definen al ganador. La manga se fue a la ‘muerte subita’, y el balear se amarró a su resurrección para imponerse y adquirir una ventaja insalvable.
Nadal nadó a favor de corriente en el último parcial en cuanto firmó la primera rotura. Las derechas de González, lejos de inquietar, fueron intermitentes.
El partido ya había desbordado al sudamericano, que flojeó definitivamente. Desprovisto de fe, asimiló su adiós ante una roca. Y fue el jugador español el que amarró el oro de Pekín, que le dio el pasaporte hacia el Olimpo.
El manacorí explicó después del duelo y de la ceremonia de entrega de medallas que se sentía realmente emocionado. «Ganar el oro es algo muy grande, porque cuentas con pocas oportunidades de disputar unos Juegos. Nunca lo había imaginado. He escuchado el himno de mi país en Montecarlo, en París o en Londres, pero escucharlo aquí es más especial».
Por otro lado, recalcó que todavía no ha cumplido todos sus objetivos. «Aún hay algunos sueños. Cuando llegué a Pekín, mi meta no era vencer, sino jugar lo mejor que supiera en cada partido. Podía desde haber perdido en la primera ronda a ganar, como ha pasado».
El español se mostró muy contento. «Siento una satisfacción enorme, porque le he dado una medalla a mi país. Llegué muy cansado, pero el ambiente que he vivido en la Villa ha supuesto una gran ayuda. He logrado estar al cien por cien, y en un hotel, pasando muchas horas solo, no lo habría conseguido».
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