Cuando un elefante político como Griñán abandona la cosa porque quiere “irse a casa” a estar con los suyos, uno tiene la impresión de que la virtud cojea o manquea, o sordea o mudea, o, simplemente, que no era tal, vaya por Dios. Si además se va con cargo y nómina, con el prestigio por los suelos, como se debe al principio de humildad (humus = tierra), y con la sombra fea y alargada de la duda de si metió o no mano en el asunto de los eres de Andalucía, uno tiene ya la soberana y rotunda sensación de que el elefante y su manada han trabajado duro por ese meritorio retiro al cementerio donde van -o vayan- estas enormes criaturas de la res publica. Vaya con Dios, señor Griñán, que ya sabemos que nos deja a buen recaudo (y no va con segundas) con su vicaria y bien aleccionada aprendiz Susana Díaz, primera mujer en ocupar el sillón presidencial de la muy vieja y muy suya Junta de Andalucía. Enhorabuena a ambos. Y mis condolencias a los andaluces.
Septiembre es mes más cruel que abril, con permiso de Eliot, pues pone juntos la memoria de lo ya ocurrido con la certeza de lo que va a ocurrir. A la insolación veraniega hay que sumarle la desolación de un final de año a cara de perro. Todo está por venir en este séptimo mes con ínfulas de noveno: Rajoy ha convocado a todos por SMS a una reunión urgente, mientras en Siria dudan de si meterse debajo de la mesa camilla o salir a cielo abierto para ver el espectáculo de luces y sonidos que tiene en la recámara Barack Obama con aquiescencia de la ONU; la prima de riesgo es un sindiós que no deja en paz el iPad del presidente Mariano, mientras en Gibraltar se está armando gresca por un quítame allá esas verjas y concretos; José Antonio Griñán, el arriba mentado, se va por el bien de su bienamada y nunca saciada Junta (ya saben, ellos se juntan…), mientras Bo Xilai las pasa canutas únicamente por estar enamorado y, si acaso y de soslayo, por corrupción; las cifras de parados crecen, remiten, se olvidan, se cuartean, se ocultan, qué se yo, con tal de hacer algo con esos pobres desgraciados que somos números; mientras las cifras de ceros a la derecha (y tampoco va con segundas), y, si no, que se lo digan al españolito listillo de JP Morgan o a la mujer de Bárcenas o al Urdagarín o a la madre bendita que los parió a todos, se multiplican, como dijo Dios al empezar el mundo… El caso es que septiembre es así, caramba: es una vuelta al cole y al tajo, y de vuelta a las facturas de luz y de gas, y de revuelta a las calles y soflamas y pancartas, y de vuelta al sofá donde se pudren nuestros grandes delirios hediondos y las migas que dejan las obleas con que me alivio, y, ya que estamos, una vuelta al ruedo ibérico y al globo, que viene a ser siempre el mismo pero más inflado y esperpéntico que nunca. Anda, y vete a dar otra vuelta Forrest Gump… Y todo ello sin Gandolfini. El fin del mundo y toda esa vaina.
Es fácil ver la realidad cotidiana como un sempiterno duelo de contrarios que conviven por la fuerza de la costumbre y por la falta de principios más soberanos que los de un materialismo mediocre e insuficiente. Es cierto que no me cuesta nada tirar de balances y mostrarme como el más desequilibrado de los jueces, y, desde esta tribuna me contemplan nada menos que 13 entradas, que son como los 2.000 siglos que les tiró Napoleón a sus fanfarrones, y no se me quita la desazón de este septiembre febril y largo como piernas de vedete en paro. Fácil y cierto, pero, compréndanlo… Griñán nos deja con una Andalucía al rebujito, con una caraja de muy padre y señor mío; Mas, el Arturo catalán, con la tramontana del independentismo; Feijóo, con acento en la primera o, tiene ancho de banda en esa napia a lo Ovidio Nasón y la santa compaña con sus luminarias animando los bosques de una Galicia embrujada por la tragedia de verano; la Valencia levantisca y estridente, que después de tener su particular Camps, ahora se muerde las uñas con un tal Fabra, se las ve y se las desea con su tribunal a dos aguas; el bombero y bellotari Monago y la Extremadura valiente, a la conquista de américas a orillas del Guadiana y ponerle un El Dorado a la adehesada y flaca memoria de la línea roja; el difícil Urkullu, con sus tres úes en misterio impronunciable sin que se te salte un empaste, a la caza y captura de un País Vasco endeudado hasta el tuétano y el RH negativo… Y así podría seguir con el resto, porque puedo y porque quiero, como dicen que dijo Griñán, el de los altos eres. Para terminar esta entrada caótica y sin argumento, porque septiembre me acojona, propongo a este señor que se va como embajador de España ante Gibraltar y la Gran Bretaña; al yernísimo cachas, como nuevo tesorero de la banca suiza; y al otro, el ex dandi y farlopero, el de Marichalar, como asesor del Ministerio de Trabajo; y al resto de la Monarquía, les mandaría a la isla Perejil una temporada, con viento de levante y marcha militar republicana; al miserable de Bárcenas, que componga un himno para esta España resentida y encabronada; y a todos los tertulianos a sueldo, sin ánimo de ofender y con toda la discreción y cortesía que he encontrado bajo el felpudo de mi casa (donde dice “Bienvenidos” con vocación de entrada), a llenar los huecos que Wikipedia no ha podido todavía llenar. ¿Y yo que voy a hacer, después de tanto mandar? Pues, caceras para cuando llueva.
Es lo que tiene septiembre que me acojona y embarga.
VALE
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