PSC: de parte esencial del problema a clave de la solución
Miquel Iceta ha recuperado a su partido como herramienta útil para un sector no nacionalista huérfano de alternativas.
Conocí colateralmente a Miquel Iceta Llorens cuando, allá por 1991, ejercía como ventrílocuo del vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra. Lo de ventrílocuo es broma, aunque no del todo. En aquellos tiempos no era difícil ver a Iceta vocalizar en silencio los discursos que Serra se disponía a soltarnos en la tribuna del Congreso décimas de segundo antes de que este pronunciara, disciplinadamente, cada frase fabricada por la mollera del hoy líder de los socialistas catalanes. Iceta es un tipo inteligente, brillante. Pero no siempre la inteligencia sabe encontrar el camino de salida. Este no es el caso.
El secretario general del PSC ha sacado a su partido del pozo negro de la desconfianza, recuperándolo como herramienta útil para una parte de ese amplio sector de la sociedad que no es nacionalista; situándolo en una expectativa electoral inimaginable hace bien poco. Iceta ha sabido navegar entre Pedro Sánchez y Susana Díaz sin molestar a ninguno, sabedor de que para tener opciones de dar la batalla de nuevo en Cataluña era muy conveniente: 1) contar con el apoyo del uno y de la otra; 2) que el expediente catalán no fuera motivo de bronca interna; 3) que no fuera utilizado para desgastar al oponente. Iceta sabe lo que todos sabemos: que el PSC no va a ganar las elecciones el 21 de diciembre. Pero también sabe que el resultado puede abrirle el camino hacia la presidencia de la Generalitat. No es una ilusión óptica. El PSC se presenta esta vez como la única marca capaz de anudar opciones políticas diferentes, aunque no tan diferentes como Esquerra Republicana o ese invento de Junts x Catalunya; la única que puede atribuirse, sin demasiadas aclaraciones suplementarias, la consideración de “tercera vía” (ni independencia, ni inmovilismo); la única que puede asumir el rol de constituirse en el receptáculo natural de lo que Iceta llama el “voto refugio”: el del catalanismo “arrepentido” y el democristiano de Duran y Espadaler, o ese otro de una cierta izquierda no catalanista que se había quedado en el camino o se había marchado a un Podemos que ahora muchos perciben como un afluente de Ada Colau.
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