OLVIDEN OLVIDAR LOS OLVIDADOS
Cuando Buńuel bebía con profundo amor su copa de güisqui o dry martini en aquel templo de oración, reflexión y meditación que fue para él Chicote, destilaba del alcohol una nueva revelación de su protestantismo militante surrealista. Quizá un nuevo obispo arrojado por la ventana, una monja sodomizada por un asesino, un violador que se mete a fraile… quién sabe… y es que don Luis fue siempre un gran nińo, por eso era irreverente, alérgico al convencionalismo, antiburgués, antipatriota y con gran fe en el ateismo.
Esta actitud ante el mundo no le privó en ningún momento obtener de él lo imposible, en ocasiones la felicidad, bebida y fumada en una vida completamente llena de excesos.
El frustrado estudiante de ingeniería agrónoma, de ciencias naturales y de filosofía y letras tuvo que inventar una ciencia propia para desarrollar su talento. A través del onirismo mistificó el fetichismo, el masoquismo, la perversión moral. Supo no renunciar al surrealismo abdicando de Dalí. Aunque en la distancia nunca atacó su obra, el pintor era más partidario de una actitud propia de una monarquía absoluta anarquista inspirada en el ultralocalismo, que la amistad con la República espańola. Tras la Edad de Oro , Buńuel repugnaba la adición al dinero de su amigo ya Avida-dollars .
Sin abandonar nunca la vanguardia, se puede afirmar sin lugar a error que Buńuel fue un ismo propio, fabricó, modeló e incluso destruyó cuando le convenía su propio mundo, su propio yo, o peor, su anti-yo. La finalidad de don Luis fue siempre una invitación a la reflexión a través de una apología de los desengańos, desgarros, conflictos existenciales, amarguras, desilusiones y sobre todo frustraciones: El asesino que no puede matar a sus víctimas por más que lo intenta (Ensayo de un crimen/ La vida criminal de Archivaldo de la Cruz ). Un grupo de burgueses que no logra cenar (El discreto encanto de la burguesía ). Otro que no consigue salir de una habitación, (El ángel exterminador ). Una monja que logra por fin aunque a su pesar perder la fe (Viridiana ) Una recién casada que queda atrapada irremediablemente por los celos de su marido (El ) Todo ello siempre envuelto en una dicotomía de simulación e irreverencia.
El último suspiro de Buńuel sigue aún presente. Como si se tratase de un segundo milagro de Calanda, y atraídos por el misógino seductor de muńecas hinchables, cineastas como Saura, reflejan aún su pasión por el lumpen en películas como La caza , también Rioyo o Luís García Montero manejan esta atmósfera, de igual modo Miguel Ríos o Sabina ensalzan el triunfo de los perdedores. De los héroes anónimos, de los grandes olvidados. Todos han sido capaces de conservar su memoria adoptando rasgos formales buńuelianos, pero creando a la vez su propio universo. Además a todos les une un rasgo más con el director aragonés: el rigor profesional. Algo tan importante como escaso en los tiempos actuales.
Muchos cuentistas de ámbito más o menos local y no tanto, lo ignoran voluntariamente por comodidad. Unicamente aspiran ser un perro no andaluz cansado . Lo más preocupante es que nadie dice nada, cediendo la responsabilidad de pensar al que no lo ha hecho nunca.
La canallesca legal, siempre estará bien representada por ladrones de guante blanco y alma de artista. Dentro de exactamente dos ańos Buńuel se incorporará de la tumba, leerá los periódicos y pedirá a gritos la muerte eterna. Frente a ello, la universal razón que prefiere un amour fou de nihilismo en almoneda. Pero el triunfo nunca es una operación fotocopiada.
*Aprendiz de historiador
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