“Nos alarmamos cuando vimos que giraba el ala”
Beatriz Reyes, la segunda persona que sale con vida del hospital, afirma que se siente mal por haber podido sobrevivir, al contrario que la mayoría
OTR-Press Madrid
“Nos dimos cuenta de que algo malo sucedía cuando vimos girar el ala”. Así de clara se mostró ayer ante los medios Beatriz Reyes, la segunda superviviente del vuelo JK5022 que abandona el hospital. A esta mujer de 41 años le asaltan sentimientos contradictorios. “Soy afortunada porque el 20 de agosto volví a nacer”, reconoció emocionada, pero, al mismo tiempo, confesó que el trágico siniestro le ha afectado anímicamente por la situación que están viviendo los familiares de las víctimas. “Siento que estén llorando los cuerpos y yo llegue caminando”, declaró. Mientras, en la morgue de Ifema continúan los trabajos de identificación de cadáveres. Ya son 105 los cuerpos identificados. Y de los 16 ingresados, Kim Yvonne Tate, ha empeorado.
El de Beatriz ha sido el milagro de la tragedia de Barajas, pues salió del aparatoso accidente con una leve fractura en la pierna derecha. Directora de una sucursal de banco en Las Palmas, viajaba a casa tras finalizar sus vacaciones y el del siniestro era su tercer vuelo en dos días. “Había un ambiente normal”, señaló Reyes sobre lo que se vivió en el aparato antes del despegue, pero añadió que, después, cuando comenzaron a desplazarse por la pista, notó como la aeronave “no cogía tanta velocidad” como es habitual. Sin embargo, reconoció que hasta que no vio “girar el ala” no se dio “cuenta de que estaba pasando algo”. Y, como ella, la mayoría de sus compañeros en el dramático suceso.
Beatriz comentó también que fue “consciente” en todo momento de lo sucedido, y de cómo su asiento, el 5D sufrió una fuerte sacudida, momento en el que confirmó lo peor. “Me agarré a él” y, tras el golpe, se le “nubló la vista” por lo que se levantó, respiró “hondo” y dio “gracias al angelito de la guarda” por haber sobrevivido. Posteriormente, se hizo un torniquete en la pierna herida y acudió en ayuda de varios niños que pedían ayuda, un hecho que, aseguró, “hubiera hecho cualquier persona. Simplemente, había unos pequeños que tenían unos asientos encima y los quité para que no estuvieran aplastados; creo que todo el mundo acudiría en ayuda de alguien que la pide”, señaló. Sin embargo, no sabe quién era ese menor al que pudo socorrer. Solo se acuerda de “su carita morena y su camiseta roja”.
En este sentido, mandó a sus compañeros que pudieron salir con vida de la catástrofe “mucha fuerza y mi alma”, y aseguró que algún día espera tomarse “una caña” con ellos. Aunque, por ahora, lo único que quiere es “terminar, saber toda la historia y cerrar este capítulo y seguir adelante”, porque todo este episodio le está provocando un gran pesar: “Me encantaría que, igual que salí yo, hubiesen salido los demás”. Mientras se emocionaba, animaba a las familias de las víctimas a seguir adelante. “Siento que estén llorando sus víctimas, y yo llegue caminando”, concluyó.
Posteriormente, Beatriz abandonó el centro médico y hoy coge de nuevo un avión hacia Canarias, pero aún le queda continuar con un tratamiento psicológico. Al respecto, la directora gerente del Hospital Infanta Sofía señaló que hay que esperar, porque es pronto para determinar si va a padecer secuelas psicológicas, “pero nos ha maravillado la fuerza que tiene”. La superviviente agradeció el trato que le ha dado el centro, en el que dice haberse sentido como en casa: “Estaban todo el día achuchándome y dándome caricias. “Ha tenido suerte en cuanto a secuelas físicas, y no va a tener más que una pequeña cicatriz en la pierna, es increíble”, indicó una integrante del personal médico. Asimismo, añadió, que Beatriz “desde el principio comentaba que tenía necesidad de volver a su tierra y realmente quería hacerlo. Nos decía que sería bueno para ella y que lo tenía que superar”. Por ello, destacaron una vez más de esta superviviente la “templanza y fuerza” que demostró los días posteriores al siniestro.
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