No tengo añoranza
Me gustaría escribir tan claro como mi admirado Pérez-Reverte, pero por aquí la claridad crea enemigos y uno ya tiene los necesarios. Para unos, a veces los propios, uno dice cosas que se interpretan como ‘es que le gustaría estar aquí y no está’, y para otros, ‘que se dedique a la gestión’. Para los primeros, siento decirles que no siento añoranza si acaso alivio por no tener que tragar sapos cada mañana. A los otros, creo que ya se lo he dicho varias veces, y es que uno sabe hacer varias cosas distintas así que lo siento.
Mientras tanto el reloj de Santo Domingo sigue parado a las once y diez. Es como si nos dijera: ‘La ciudad está parada’.
El reloj marca el inexorable paso del tiempo, y ese tiempo pasa para todos, también para los que detentan el poder por pequeño que sea. El tiempo pasa y la mano para gestionar, para conciliar, para tender puentes, es como las manecillas de aquel reloj.
El leonesismo barato ya está agotado, y no consiste en liarse a leches contra la Junta, sobre todo cuando no la gobiernas. Leonesismo es trabajar a favor de obra, remar en la dirección de todos para sumar fuerzas. La confrontación permanente es un lujo que no nos podemos permitir, pero a muchos les interesa ese juego. Es el juego del despiste, del interés partidista y particular, de los caciques que querían tanto a León porque lo consideraban suyo. Vamos que la mataron porque era suya. Es muy importante pensar siempre en qué hay detrás de cada cosa.
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