Ni un grito
15 de Junio de 2011 | Ángela Becerra
Cómo es posible que se haya muerto Rosa, si era una mujer tan buena? -le decía una mujer a otra en la cafetería, mientras mordía su bocadillo de salchichón.
-¿Cuántos años tenía?
-Pues, la verdad, no lo sé. Era joven… unos ¿45 o 48? Mira que la pobre era bien abnegada. Siempre estaba atenta a ayudar; tan servicial y dicharachera. Todo el día cantando. Nunca le vi un mal gesto, ni le escuché un grito o una mala palabra. Estaba lista a ayudar a sus hijos si la necesitaban. Qué chicos tan majos, ¿verdad? Bueno, el mayor, aunque se independizó muy pronto, le sigue llevando la ropa cada semana y ella le hace la colada. El mediano es un poquillo rebelde, me consta que la trataba mal…
-¿De veras?
-Sí, alguna vez le oí insultarla, pero nunca fue capaz de pararlo. Era su ojito derecho; se parece un poco al padre. En cambio, la pequeña es una monada. Ha salido igualita a ella. Muy guapa y dócil; nada conflictiva. Lo que le dan, se lo come.
¡Es tan agradecida! Nunca tiene un no por respuesta… no pone problemas para nada.
Esa pobre mujer era una santa, porque hay que ver que el marido… Siempre gritando, exigiendo y dando órdenes.
-¡Pero, qué dices, Conchi! Si Pepín es maravilloso. ¡Tan divertido! Bueno tiene un poquillo de genio, pero vamos…. Nadie es perfecto, ya sabes. Hoy en día el patio está muy difícil. El que no tiene una cosa tiene la otra. ¿Quieres un trozo de mi bocadillo?
“Los cementerios están llenos de gente buena”.
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