Ni Justin Bieber ni Kanye West: el término ‘swag’ lo inventó Shakespeare
La palabra tintineo tiene apenas un siglo de vida:
Los idiomas y todo su léxico es fruto del paso de los años y, cómo no, del uso que le damos todos los hablantes. De ahí a que palabras que utilizamos a día de hoy y que solo están instaladas en el lenguaje cotidiano pasen, en unos años, a formar parte de la norma general y puedan llegar a incluirse en el diccionario.
De hecho, cuando la palabra ya está consolidada en el lenguaje, la Fundación del Español Urgente (Fundéu) aplica ciertas normas sobre su uso. Términos como cuñadismo, posverdad o bluf ya tienen ciertas reglas aún no estando en el diccionario y palabras como youtuber parecen mejores si se españolizan: youtubero.
El caso es que esto no es nuevo y muchos autores de siglos atrás aprovecharon lo mainstream de sus obras para introducir, deliberadamente o no, palabras en el léxico de su idioma. Otros, utilizando la riqueza de ciertos idiomas, adaptaron la palabra que les interesaba y la construyeron como un extranjerismo.
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El sonido de la campana que consiguió descifrar Poe
A Edgar Allan Poe, autor de obras como El cuervo, El gato negro o El corazón delator, se le ocurrió trasladar un sonido de una campana a su poema The Bells y para ello, decidió crear un término onomatopéyico: tintinnabulation. Sin quererlo, Poe había introducido al inglés la palabra tintineo que, hasta el siglo XIX, no había sido concebida dentro de la lengua anglosajona.
Hear the sledges with the bells –
Silver bells!
What a world of merriment their melody foretells!
How they tinkle, tinkle, tinkle,
In the icy air of night!
While the stars that oversprinkle
All the heavens, seem to twinkle
With a crystalline delight;
Keeping time, time, time,
In a sort of Runic rhyme,
To the tintinnabulation that so musically wells
From the bells, bells, bells, bells,
Bells, bells, bells –
From the jingling and the tinkling of the bells.
Edgar Allan Poe, The Bells, 1848
En España, cuando buscamos tintinear en la el diccionario de la Real Academia Española (RAE) nos explica que es una derivación de la palabra tintinar que, a su vez, deriva del término latino tintinnāre. Obviamente, esto nos hace pensar que Poe viera este latinajo en algún lugar y decidiera aplicarlo a su obra, pero también puede ser que su inventiva acabara en una palabra cercana a esta. Según refleja el Corpus Diacrónico del Español (CORDE), en una especie de diccionario del siglo XV sobre el latín y el romance se recogía el término. Por lo visto, en su momento era usado.
Aún así, si echamos un ojo al uso de la palabra tintineo, es decir, la traducción directa de tintinnabulation al español, vemos que empieza a usarse una década después a la publicación de The Bells. Tras el legado de Edgar Allan Poe, llegaron autores como Gustavo Adolfo Becquer, Benito Pérez Galdós, José María de Pereda, Azorín, Pío Baroja o Vicente Blasco Ibáñez que pusieron el término en boga. Galdós, además, se atreve e inventa otra palabra que no tiene nada que ver con el cómic: tintín.
El humano torrente, haciendo un ruido de mil demonios de peldaño en peldaño, apenas cabía en la escalera, y mezclábanse los pisotones con la charla gozosa y chispeante de un día de paga. En los oídos de Villaamil añadíase al murmullo inmenso el tintineo de los duros, recién guardados en tanta faltriquera. […] El taconeo ensordecía la casa, y Villaamil oía siempre, por cima del rumor de pisadas, aquel tintín de las piezas de cinco pesetas. «Hoy -se dijo, echando toda su alma en un suspiro-, han dado casi toda la paga en duros nuevecitos, y algo en pesetas dobles con el cuño de Alfonso».
Benito Pérez Galdós, Miau, 1888
No obstante, y según el CORDE, el primero que usa esta expresión en español es el escritor y político argentino Vicente Fidel López en su obra La novia del hereje o la Inquisición de Lima, en 1854. Lo raro es que siendo como son los argentinos a la hora de hablar por los codos no inventen más palabras.
Pero como me sería imposible acabar de describirlos, si hubiera de ocuparme menudamente de todos sus curiosos accidentes, concluiré (eso es lo mejor dirá el lector) por decir que todo el techo estaba fileteado de finas campanillas de plata y oro, lo mismo que lo estaban los arreos de las mulas que los tiraban. Era así como al moverse una de estas andantes orquestas, conturbaba el aire el bullicioso tintineo, que era para los oídos del fastuoso dueño la dulce sinfonía del orgullo.
Vicente Fidel López, La novia del hereje o la Inquisición de Lima, 1854
Shakespeare y su sangre fría
Las tragedias de William Shakespeare están llenas de sangre, asesinatos, traiciones, reflexiones filosóficas y demás parafernalia sobre crimen. Tanta descripción, obviamente, exprimió hasta la saciedad la imaginación al autor que tuvo que recurrir a expresiones o palabras inventadas.
Posiblemente, la más famosa es ‘a sangre fría’, que se tradujo a muchos idiomas e incluso sirvió como título para una de las obras literarias más importantes del siglo XX. La expresión, que indica la falta de sensibilidad o incluso la valentía de una persona a la hora de acometer algo, se ha utilizado normalmente en contextos donde ha habido un homicidio. Sin embargo, Shakespeare no la utilizó en ese sentido.
La expresión aparece por primera vez en 1595, en su obra El Rey Juan, que trata la truculenta historia de las turbias alianzas políticas acaecidas durante el reinado de el Rey Juan de Inglaterra en el siglo XIII. Constanza, madre de uno de los principales sucesores al reinado, le recrimina a sus seguidores que se hayan pasado a otro bando -chaqueteros de toda la vida- sin ningún remordimiento.
Thou cold-blooded slave,
Hast thou not spoke like thunder on my side?
Been sworn my soldier? bidding me depend
Upon thy stars, thy fortune, and thy strength?
William Shakespeare, The Life and Death of King John, 1595
Junto a esta, se considera que el autor también desarrolló otras expresiones relacionadas con la sangre, como hot-blooded, half-blooded, recogidas en El Rey Lear y palabras que aún seguimos utilizando como unconfortable (incómodo), inaudible (inaudible), fashionable (a la moda).
Leed, malditos
No obstante, lo que más os va a dejar con la boca abierta es, sin duda, la palabra swagger. Que hoy en día haya miles de chavales que vistan con una gorra hacia atrás, pantalones de chandal “cagaos” y sudaderas bien anchas es la última consecuencia de la capacidad de creación de William Shakespeare. Muchos diréis que el significado no es el mismo, que la esencia proviene de Kanye West, Jay Z y de Justin Bieber. Pues lo siento, rompo una lanza a favor del inmortal dramaturgo, que sí que tenía swag de verdad.
En la segunda parte Enrique IV, el escritor utiliza la palabra swagger como verbo y adjetivo en un discurso de la posadera Mistress Quickly en el que la señora se calienta y critica la actitud de unos agresivos hombres que beben en su local. Posteriormente, esta palabra también la utilizaría en Enrique V y en El sueño de una noche de verano.
If he swagger, let him not come here: no, by my faith; I must live among my neighbours; I’ll no swaggerers: I am in good name and fame with the very best: shut the door; there comes no swaggerers here: I have not lived all this while, to have swaggering now: shut the door, I pray you.
William Shakespeare, Henry IV Part II, 1600
Forges y el bocata
La invención de palabras también pasa por la cultura popular y, cómo no, por el humor gráfico. Al caricaturista del periódico El País Antonio Fraguas, más conocido como Forges, se le atribuyen varias que, con el paso de los años, ya aparecen en el diccionario de la RAE. Una de ellas es el término bocata, tan usado y tan apetecible cuando llega la hora de la merienda.
…desde tiempo inmemorial…- #forges pic.twitter.com/hIn3yhn7gf
— Forges (@forges) 12 de abril de 2016
Otras palabras, no tan usadas y que hoy en día parecen un poco rancias, también han sido cosecha del dibujante madrileño. Ahí está, por ejemplo, muslamen que, para sorpresa de todos, lo incluye la RAE bajo una acepción un tanto discutible. Igualmente, términos como incrédibol que Forges cataloga como inglesismos a modo de broma irónica, también fueron generados por el, aunque su utilización sea escasa. Lo mejor es que queden como están.
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