Muerte en Afganistán
La emboscada que ayer costó la vida a 10 soldados franceses, a menos de 50 kilómetros de Kabul, es uno de los más graves sufridos por las fuerzas internacionales desde que comenzó el conflicto, hace seis años. El atentado es, además, una muestra del aumento de los ataques de envergadura por parte de los insurgentes y de su nueva estrategia de asedio a la capital, tras permanecer acantonados en sus bastiones del sur y del este del país. Afganistán es un país que apenas ha podido avanzar en todo este tiempo. Pese a la presencia de fuerza internacional –España también tiene allí una base operativa y soldados leoneses han participado en varias misiones– la situación de ingobernabilidad es el pan de cada día. En lo que va de año, unos 176 soldados extranjeros han muerto en el país asiático. Ayer mismo, el ministro de Exteriores francés, Bernard Kouchner, aseguró que la muerte de diez soldados galos en Afganistán “no va a cambiar nada de la política francesa” en el país asiático. Francia tiene más de 2.000 militares desplegados en Afganistán dentro de la fuerza internacional, principalmente en la región de Kabul y la provincia de Kapisa, al noreste de la capital afgana. España, que también ha condenado el “brutal ataque” que sufrieron tropas francesas, participa con Francia y otros países aliados en la operación de la Fuerza Internacional de Asistencia en Afganistán (ISAF) bajo mandato de Naciones Unidas y ya ha reiterado también su compromiso de “seguir trabajando para traer la paz y la seguridad a ese país”. El escenario internacional ha cambiado desde el 11 de septiembre. Entonces empezó una nueva etapa que no está ofreciendo los resultados de democracia y bienestar que se esperaban.
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