Mohamed VI el superviviente
Las revoluciones del mundo árabe parecen no afectar a Marruecos ni a su rey, que pese a haber impulsado una nueva Constitución sigue manteniendo sus privilegios.
En un momento en que se están produciendo cambios en los gobiernos de muchos países árabes, el rey de Marruecos, Mohamed VI, de 48 años, se ha erigido como el autócrata más resistente de la región. Hace 12 años, cuando heredó el poder de su padre, se negó a trasladarse al palacio real y prefirió seguir viviendo en su residencia privada; en los primeros años de su reinado tomó la decisión de apartar a las figuras más odiadas del régimen y poner en libertad a los disidentes más importantes. Por eso, cuando a principios de este año prometió que impulsaría una nueva Constitución en respuesta a las protestas populares, muchos marroquíes pensaron que se plegaría a lo que pedían los manifestantes. Es decir, que instauraría una monarquía parlamentaria en la que la figura del rey no tuviera ningún poder efectivo, como ocurre en España o el Reino Unido. “Daba la impresión de que las cosas estaban cambiando”, afirma Alí Amar, periodista y autor de una biografía no autorizada del monarca alauí.
Pero, como advierten muchos marroquíes, en todo lo referente al palacio real las apariencias suelen ser engañosas. Y es que la nueva Constitución que Mohamed VI propuso a comienzos del verano defraudó las expectativas. Según los críticos, este texto básicamente refuerza lo que en el país se denomina majzén, o sistema de privilegios para la realeza, y de ninguna manera reduce el poder del monarca.
Siete meses después de que comenzara la denominada Primavera árabe, los regímenes afectados por las protestas se pueden dividir en dos grupos: los que no tardaron en derrumbarse (como el egipcio y el tunecino) y aquellos que aún se resisten a caer, como son los casos de los gobiernos sirio y yemení. Marruecos pertenecería a una tercera categoría, la de un régimen que prometió poner en práctica las reivindicaciones de los manifestantes, que ganó tiempo formando un comité para llevarlas a efecto, pero que en el último momento ha maniobrado para evitar convertirse en una verdadera democracia.
Amplio apoyo popular.
La estrategia está funcionando, al menos por el momento. Las protestas han amainado hasta casi desaparecer, y la nueva Constitución del rey se refrendó con un amplísimo apoyo popular en un referéndum celebrado antes del verano. “Desde un punto de vista cortoplacista, fue una maniobra muy inteligente”, sostiene Karim Tazi, destacado empresario y conocido detractor del rey.
En el centro de todo esto se halla un hombre que continúa siendo un enigma tanto dentro como fuera de su país, que apenas concede entrevistas y cuyo estilo de vida, tal y como denuncia la escasa pero muy batalladora prensa independiente marroquí, es algo así como una versión imperial de la serie estadounidense Entourage (una comedia cuyo argumento principal son las vicisitudes de un actor de Queens y su séquito de amigos de la infancia en Hollywood). Mohamed VI va siempre rodeado de su grupo de colegas de la época universitaria, gasta millones de dólares en fiestas de celebrities estadounidenses, como el rapero Puff Daddy, y cuando va de viaje siempre ordena que lleven su cama privada. También es propietario de amplios sectores de la economía marroquí, ya sea directamente o bien por medio de holdings empresariales. Un estudio de la revista Forbes le situó en 2007 como el séptimo monarca más rico del mundo, con una fortuna estimada de 2.000 millones de dólares (alrededor de 1.400 millones de euros). Se estima que el patrimonio de la reina Isabel II de Inglaterra es de 600 millones de dólares (unos 400 millones de euros).
Y aun así, nadie duda de que Mohamed VI es diferente al resto de gobernantes árabes. En primer lugar, porque es increíblemente popular en Marruecos, donde la institución monárquica posee 400 años de antigüedad y donde se la respeta por, entre otras cosas, haber negociado la independencia del país con Francia. Por otro lado, su Gobierno es menos represivo que el de la mayoría de regímenes árabes.
Integrar antes que encarcelar.
En una región donde proliferan los Estados policiales, su régimen prefiere integrar a los disidentes antes que encarcelarlos. Hasta su formidable fortuna parece levantar menos resentimientos que las que se dan en otras cleptocracias de la región, a pesar de que los índices de pobreza y desempleo son también muy altos. “Se muestra muy cercano con el pueblo –afirma André Azoulay, un destacado asesor real–. No es un clon de su padre y lo está haciendo
muy bien”.
En muchos aspectos, Mohamed VI es en efecto lo contrario que su padre. Hassan II, un hombre delgado, elocuente e implacable, gobernó Marruecos durante casi cuatro décadas en las que encarceló a miles de opositores y sobrevivió a varios golpes de Estado e intentos de asesinato. Para muchos de sus compatriotas, Hassan II fue un gran gobernante que consiguió estabilizar el país (muchas veces de forma brutal) tras lograr su independencia de Francia. Para Mohamed VI, sin embargo, su padre no fue otra cosa que un hijo de perra, según Alí Amar. Cuando el actual monarca exteriorizaba cualquier debilidad, Hassan II le golpeaba delante de su harén; y en una ocasión, cuando Mohamed VI, siendo todavía un adolescente, estrelló uno de los coches de su padre, este le encerró en los calabozos de palacio durante 40 días.
Malika Oufkir fue testigo directo de esta tormentosa relación. Hija de un alto cargo gubernamental en época de Hassan II, Oufkir vivió en el palacio real hasta que Mohamed VI cumplió 7 años. Afirma que la dura disciplina a la que Hassan II sometió a su hijo le hizo retraído. “Era un niño amable y muy tímido. Su padre era muy extrovertido, pero él salió justo lo contrario”, cuenta esta mujer, que sufrió en carne propia la brutalidad del anterior monarca. El padre de Oufkir era general del Ejército marroquí y llegó a ser ministro del Interior, lo que le convirtió en el segundo hombre más poderoso de Marruecos. Tras organizar un golpe de Estado en 1972 –ordenó que unos cazas derribaran el avión presidencial, que regresaba desde París– Hassan II ordenó su ejecución. El rey ordenó encarcelar a Oufkir, que entonces tenía 19 años, a su madre y a sus cinco hermanos en prisiones secretas durante más de 15 años. En sus memorias ella habla de palizas, de un intento de suicidio y de estar a punto de morir de hambre. “Nosotros no tuvimos nada que ver con el golpe, no éramos más que críos”, afirma, al tiempo que asegura que el rey fue “extremadamente vengativo”.
Lealtad de por vida.
Hassan II era también una persona que lo quería tener todo bajo control. Eligió a los compañeros de clase de su hijo, tomando a los más inteligentes y a los pertenecientes a las familias más poderosas del país, les sacó de sus casas y les llevó a todos a vivir a palacio. Amar me contó que este aislamiento contribuyó a que todos ellos desarrollaran una lealtad de por vida hacia el futuro rey. También fue una buena forma de fortalecer las alianzas de la Corona con un gran número de regiones y clanes de todo el país.
Este grupo de huérfanos se convirtió en la nueva familia del príncipe, que conforme pasaban los años se fue mostrando rebelde con su padre y cada vez más retorcido. Algunos de estos jóvenes fueron con el heredero a Francia, donde Mohamed VI, en la veintena, era un habitual de los clubes nocturnos. “Era tranquilo, pero también podía ser tremendamente divertido y encantador”, afirma bajo condición de anonimato uno de los compañeros que solía acudir a estas fiestas. “Podría contar alguna de las cosas increíbles que vivió siendo niño, como cuando conoció a los Kennedy o cuando acudió al funeral de De Gaulle”. Cuando Mohamed VI subió al trono en 1999 sus amigos también medraron.
La sucesión en el poder levantó muchas expectativas. En su nuevo papel de rey, Mohamed VI dio muestras de que quería distanciarse de las políticas de su padre. Habló de impulsar la democracia y sacó adelante algunas reformas, entre las que se incluyó una ampliación sin precedentes de los derechos de la mujer. Pero el espíritu reformador acabó devorado por el viejo entramado institucional. “En algún momento el rey simplemente retornó a los postulados del majzén”, afirma Tazi, el empresario opositor. Él compara la densa maraña de consejeros, amigos y oportunistas varios que rodean al rey con un enorme pulpo con suficientes tentáculos como para llegar a los bolsillos de todos los marroquíes. “Cuando el rey Hassan murió, el pulpo perdió la cabeza; el nuevo monarca no quiso formar parte de ese cuerpo. El sistema entero agonizaba –afirma-. Pero entonces ocurrieron una serie de cosas que hicieron que el cuerpo recuperara su cabeza, y ambos resurgieron en total armonía”.
Mohamed VI no es ni un buen orador ni un gran estratega político, aspectos en los que su padre era un auténtico maestro. Por el contrario, está muy interesado en expandir las inversiones de la Corona e incrementar su fortuna personal. A pesar de que algunos datos son muy difíciles de obtener, se sabe que su holding empresarial posee grandes participaciones en prácticamente todos los sectores de la economía marroquí, desde la industria alimentaria y la banca al sector inmobiliario, la minería y las manufacturas, según estimaciones de analistas independientes. Y al tiempo que se han incrementado las inversiones, también lo han hecho las acusaciones de corrupción.
Un diplomático estadounidense escribió en 2009 un cable al Departamento de Estado en el que hablaba de la “codicia atroz” de los cercanos al rey Mohamed VI. Este cable, que WikiLeaks hizo público el año pasado, decía que la familia real usaba las instituciones públicas para “exigir y solicitar” sobornos. En las oficinas de su empresa matriz en Casablanca, Tazi cuenta que él tiene que pagar frecuentes sobornos simplemente para que sus productos se puedan comercializar en el país. “Se trata de un negocio multimillonario que tiene lugar todos los días, y cuyos beneficios van a parar a la cúspide de la pirámide”, dice.
Inversiones beneficiosas.
El entorno del rey sostiene que sus inversiones son beneficiosas para el país, ya que aportan solidez a la economía marroquí. Podría ser cierto. Las inversiones extranjeras están al alza, mientras que el PIB ha crecido una media del 5% anual desde que Mohamed VI subió al trono, según afirma el ministro de Comunicaciones, Jalid Naciri, que hace las veces de portavoz gubernamental. “Marruecos sigue siendo un país muy abierto, tanto en lo político como en lo económico”, afirma.
Pero el crecimiento económico puede en ocasiones ocultar la auténtica realidad. En su informe de este año, Transparencia Internacional sitúa a Marruecos en el puesto 85 en un listado en el que, cuanto más alto se está, mayor es el supuesto nivel de corrupción. Túnez, en comparación, se encuentra en el puesto 59. Si bien es verdad que hay muchos marroquíes que se han beneficiado de esta bonanza, no es menos cierto que el aumento de la brecha entre ricos y pobres ha provocado un gran sentimiento de frustración. “En el momento en que solo unos pocos se benefician del crecimiento económico, los buenos datos del PIB no hacen que el país sea más estable”, afirma Shadi Hamid, un experto en Oriente Próximo de la Brookings Institution. “Bien al contrario –añade- podría contribuir a que se llegara a un escenario de revolución”.
La implicación directa del rey en la economía no es ningún secreto para el empresariado marroquí (una de las compañías del holding estatal se denomina Siger, que es la inversión del término latino regis, que quiere decir del rey). Muchos prefieren no hacer inversiones en sectores que ya cuentan con la presencia de empresas del monarca, ya que piensan que su poder e influencia les colocará en una posición de desventaja. La consecuencia de ello es que muchas de estas compañías son monopolios o cuasi monopolios, sostiene Aboubakr Jamai, que dirigía la publicación semanal Le Journal Hebdomadaire hasta su cierre el año pasado. “De este modo –afirma- aun cuando pases por alto los aspectos políticos, morales y éticos de esta forma de hacer negocios, te encontrarás con que, desde un punto de vista económico, el asunto está lejos de resultar óptimo”. Naciri, por su parte, afirma que la nueva Constitución “contempla mecanismos eficaces para proteger la libre competencia y la iniciativa privada”.
Primeras protestas.
Las primeras grandes manifestaciones tuvieron lugar el 20 de febrero, cinco semanas después de que Ben Alí hubiera abandonado Túnez y cinco días después de que los egipcios hubieran derrocado a Mubarak (se trató de un momento de gran euforia, que precedió además las luchas de Libia y Siria). Muchos manifestantes marroquíes afirmaban entonces que se sentían algo avergonzados por haberse unido tarde a la fiesta, y es que, a pesar de estar firmemente anclados en el mundo árabe, muchos marroquíes están orgullosos de que su país se muestre más abierto y sea más liberal que la mayor parte de los Estados de la región. En Marruecos, con cierta frecuencia se dice que el Estrecho de Gibraltar, que separa el país de España, no es más que un accidente geográfico. Así, que otros países pudieran adoptar sistemas democráticos de corte europeo antes que ellos suponía una afrenta para muchos manifestantes.
Mohamed VI, en un discurso que pronunció dos semanas y media después del comienzo de las protestas, prometió una nueva Constitución que garantizaría “el buen gobierno, los derechos humanos y la protección de las libertades”. Llevó tres meses a un comité de expertos redactar el texto constitucional, y cuando estuvo listo los marroquíes ya sabían los resultados de las protestas en otros países de la región: dos procesos revolucionarios estancados en Egipto y Túnez y feroces guerras fratricidas en el resto. El pasado 1 de julio la nueva Constitución de Mohamed VI fue aprobada en referéndum. Naciri califica de “muy serio y profundo” el nuevo reparto de poder que propone la Carta Magna. Y sin embargo, la revista Tel Quel hacía una lectura muy diferente en su titular de portada: “Nueva Constitución: más rey que nunca”.
La posibilidad de que el referéndum marque el fin del espasmo revolucionario marroquí sigue siendo todavía hoy un debate candente. Tahar ben Jelloun, el escritor y poeta más destacado del país, cree que estas protestas han dejado una marca imborrable. También opina que el rey está decidido a cambiar el sistema. “El pueblo está impaciente. Es normal que quieran reformas que cambien rápidamente sus vidas, pero la democracia implica todo un sistema cultural que necesita de educación y de tiempo”. Pero Shadi Hamid, el analista de la Brookings Institution, no está de acuerdo. “No voy a negar que se hayan hecho reformas, pero es la estrategia del régimen –afirma-. Nunca van a quitarle todo el poder al rey para distribuirlo de forma efectiva”.
Colección de coches.
Alí Amar muestra en un aparcamiento en el centro de Rabat la colección de coches de Mohamed VI. Detrás de unos eucaliptos se puede ver un edificio de tres plantas construido con mármol y cristal donde se encuentran aparcados cientos de automóviles de todo tipo, incluidos numerosos modelos de Ferrari y Aston Martin, los favoritos del rey. Amar cuenta que, cuando hace dos años los Aston Martin necesitaron una revisión técnica, Mohamed VI los mandó transportar hasta Londres en un avión de la Fuerza Aérea, a pesar de que en Marruecos existen muchos mecánicos cualificados. Después de unos minutos un guardia sale de su garita y hace claras señales invitando a los curiosos a abandonar el lugar.
Amar describe minuciosamente en su libro cada detalle de la fortuna personal de Mohamed VI, lo que ha provocado que las autoridades marroquíes lo prohibieran. Aun así ha vendido 30.000 copias en Francia, donde está instalada una amplia comunidad marroquí. Cuando vuelve del extranjero, Alí Amar trae siempre una maleta cargada de ejemplares de su libro para continuar con su batalla privada contra la censura del régimen marroquí. Hace unos meses un agente de aduanas descubrió los libros al pasar el escáner, pero el castigo que le impuso fue razonable. Y aún más que eso: fue revelador. Lo único que le pidió a Amar fue un ejemplar del libro.
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