Más que brava
Excusas para visitar el Empordà y Girona
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No hay que ir muy lejos para encontrar calas de agua turquesa.
ADN
La etiqueta ‘Costa Brava’ funciona como reclamo desde hace más de cien años. Fue uno de los primeros aciertos del marketing turístico. Pero más allá de las calas de anuncio, el Empordà y la comarca del Gironès reúnen atractivos que justifican su fama.
1-En bici o a pie
Se trata de recorrer el territorio con calma, y la zona lo permite. Un tercio del Baix Empordà está protegido por el Plan de Espacios de Interés Natural de Cataluña y la parte interior de la comarca es ideal para el senderismo. Cientos de caminos la cruzan y ofrecen visiones de un Empordà poco conocido. Son casi 400 kilómetros de senderos señalizados y que especifican su longitud y dificultad.
Otra opción es la bici, para ir de playa en playa o por los pueblos de interior existe una red de cicloturismo (250 kilómetros) expresamente señalizada que ocupa la parte norte de la comarca. Y es que el centro y el sur, la zona de las Gavarres y el Montgrí, es para los amantes de las bicis de montaña y las dificultades orográficas. Son rutas marcadas según la dificultad, y hay puntos de acogida, de alquiler de bicis, de reparación y de lavado -del ciclista y de su bici-. Todas las rutas están en la web visitemporda.com.
2-Calas y pueblos
Lo más conocido de la Costa Brava son sus costas y pueblos marineros. Y es fácil moverse sin tener que coger (demasiado) el coche. Existe una red de caminos de ronda que recorre todo el litoral de norte a sur, y permite descubrir pueblos como Sant Feliu de Guíxols, Palamós, Callela de Palafrugell o Llafranc. Son caminos de tierra con escalones en algunos tramos, que lindan la mayoría de las veces con la peña y el mar.
Las rutas (de entre 30 minutos y dos horas) permiten acceder con facilidad a playas poco transitadas y descubrir pueblos pesqueros y mansiones de ensueño. Para catar las rutas, vale la pena hacer la que lleva de Calella de Palafrugell a Llafranc, de sólo media hora y muy accesible.
También desde Begur, más al norte, se hacen excursiones mochileras hasta calas prácticamente inéditas (como la Illa Roja, para nudistas) y se puede bajar a pie (el desnivel es considerable) hasta las playas de Sa Riera, Sa Tuna, Fornells o Aiguablava. Los folletos que reparten en todas las oficinas de turismo proponen rutas con el grado de dificultad y el tiempo estimado de cada una, e informan de los servicios de las playas y hasta del tipo de arena. La información está también en costabrava.org.
3-Paisajes e historia
La localidad de Begur, con el castillo en el centro.
ADN.es
Los caminos de ronda que bordean la costa permiten disfrutar del paisaje, pero puede que sea desde el castillo medieval de Begur donde uno de hace a la idea de la extensión de toda la región. Allí en días de tramuntana se ve el Cap de Creus, en la punta norte de Cataluña, y toda la zona interior, más allá de Girona.
En Begur (visitbegur.cat), están orgullosos de sus antepasados, sobre todo de aquellos que marcharon a hacer fortuna a Cuba y a su vuelta construyeron el Begur de hoy. De hecho, cada año a primeros de septiembre, el pueblo dedica tres días a recordar el legado de los indianos en una feria.
Las de los indianos, son una quincena de casas coloniales construidas en el siglo XIX, que dan al pueblo cierta personalidad, y que se mezclan con el gótico de la iglesia de Sant Pere (del siglo XVII), o las seis torres de defensa construidas en el siglo XVI, para prevenir los ataques de los piratas, muy frecuentes en la zona durante siglos. Las torres tienen entre dos y tres pisos y normalmente formaban parte de la estructura de las propias masías.
4-Dalí, el genio de Púbol
Desde la Bisbal d’Empordà en dirección a Flaçà está Púbol, el pueblo que aloja el castillo que Salvador Dalí le compró (y decoró) a su musa, Gala. Un derroche de surrealismo, excentricidad y genio que domina el pueblo.
Las salas del castillo descubren el día a día de Gala y la pasión de Dalí por ella, sus habitaciones, los discos de referencia (en un baúl en el salón, la mayoría de Wagner) y los objetos talismán de la musa.
Púbol forma parte del triángulo daliniano cuyos otros dos vértices son el museo Dalí de Figueres y la casa de Dalí en Portlligat (Cadaqués). Toda la información está en salvador-dali.org.
5-Cultura y más historia
Desde Begur y en dirección a Girona (en coche, bici o a pie) están los pueblos medievales: Pals, Palau-Sator, Monells o Peratallada.
Este último quizás es uno de los más conocidos y espectaculares. Cimentada en roca viva, en lo que quedó de un cantera, sus fundadores construyeron en el siglo XI una pequeña fortaleza (la Torre del Homenaje) para impedir o prevenir el paso de los árabes hacia el norte.
Alrededor de la torre evolucionó el pueblo, con tres recintos amurallados, separados entre sí, una curiosidad histórica, que responde seguramente a una mente práctica: alrededor del recinto primigenio hay un foso cavado a mano en la dura piedra que en algunas zonas mide siete metros de profundidad. Hoy es un pueblo con encanto y laberíntico, a rebosar de restaurantes, terrazas y tiendas de artesanía. La cobertura para móviles no es muy buena pero la recién estrenada oficina de turismo tiene ‘wi-fi’.
Para saber más, incluidas las leyendas de la zona, la web del municipio es forallac.cat.
6-Gastronomía con apellidos
Hotel La Plaza, en Madremanya.
J.D.VALERA
Los platos en el Empordà tienen nombre y apellido: las gambas son de Palamós, el arroz, de Pals, y las anchoas, de l’Escala. Pero más allá de los productos hay en la región una especial sensibilidad por la gastronomía que iniciaron dos restaurantes con chefs de estrella: El Bulli de Ferran Adrià y El Celler de Can Roca, que han gestado una nueva generación de cocineros que hoy en día forman colectivos como La Cocina de l’Empordanet o la asociación de Jóvenes Cocineros.
De este último grupo forma parte Vicenç Fajardo, chef del restaurante de hotel La Plaça, en Madremanya, ya en el Gironès. Un establecimiento rural de once habitaciones, cuyo dueño Jaume Vidal se ufana de tener uno de los huertos más variados de la comarca. De mar y montaña, como sus platos, son las posibilidades de alojamiento.
En la playa de Fornells, en Begur, está el Aigua Blava, un hotel con más de 80 habitaciones y dos calitas casi particulares.
7-Girona, ciudad de moscas
La querencia que le tienen en Girona a las moscas tiene su razón de ser: esos pequeños insectos salvaron a la población de caer en manos del invasor francés e hicieron patrón a Sant Narcís (que competía con otro santo muy querido en la ciudad, Sant Feliu).
Cuando llegaron los franceses a la ciudad, rompieron el sepulcro donde descansaban los restos del santo y este se enfadó tanto que mandó tal cantidad de moscas contra los enemigos, que tuvieron que huir (siglos después, Napoleón logró doblegar la ciudad).
En Girona se pueden encontrar los restos de la ciudad romana en algunas partes de las murallas y en el recuerdo de la Via Augusta; el florecimiento del gótico y del barroco en su catedral (que guarda uno de los teoros más preciados de la ciudad, el Tapiz de la Creación); o la herencia de los judíos, que dejaron en Girona uno de los barrios más visitados por los turistas y una tradición cultural que hoy guarda el Museo de Historia de los Judíos, el edificio que se levanta sobre lo que fue la última sinagoga de la ciudad.
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